Capítulo 8: Operación

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ZOE

Martes.

Decidí hablar con el médico del señor Grimaldi para averiguar cómo podía ayudarle. Estaba preocupada por la posibilidad de que necesitara una operación en su rodilla, así que quería entender cómo podría apoyarlo en ese proceso.

Dr. Houston: — Sí, lo más probable es que necesite una operación

— ¿No hay otra opción?

Dr. Houston: — Si el hielo y las pastillas no han tenido efecto, la cirugía es la única alternativa

— Está bien. ¿Y la operación saldrá bien?

Dr. Houston: — Yo mismo llevaré a cabo la cirugía, no se preocupe — respondió, sonrió y eso me calmó.

— Bueno, ¿y cuándo se realizará?

Dr. Houston: — Lo antes posible para evitar un daño mayor en las articulaciones

— Hablaré con el señor Grimaldi y se lo diré

Dr. Houston: — Perfecto. Infórmenos cuando quiera hacer la cirugía

— De acuerdo, muchas gracias

Colgué el teléfono y me quedé pensativa. Luego, me dirigí a la oficina del señor Grimaldi, quien había decidido volver al trabajo en lugar de descansar en casa.

— Señor, ¿tiene un momento?

Dante: — ¿Qué necesitas?

— Hablé con el doctor Houston

Dante: — ¿Te dijo que necesitaré una operación?

— Sí

Dante: — ¿Cuándo será? — preguntó, levantando la vista de un papel que estaba leyendo para mirarme.

— Quería preguntarle eso. El doctor recomienda que sea lo antes posible

Dante: — Está bien, dile que sea mañana si es posible o esta semana. Ya no aguanto este dolor — dijo, volviendo a enfocarse en el papel.

— Entendido

Después de salir de la oficina, una ola de miedo me invadió. Siempre sentí temor ante las cirugías, sin importar su naturaleza o lugar.
Yo nunca había tenido una cirugía, pero la prima de mi amiga, murió por eso hace varios años. Es verdad que fue una cirugía en la cara para hacerse retoques, pero era casi lo mismo.
Lo que me hacía temer por la vida del señor Grimaldi porque si algo le sucedía en la cirugía, no sabría cómo lidiar con ello.
Si se moría en la operación yo también me iría con él.

Miércoles, 4:45 p.m.

El momento había llegado. Era hora de que el señor Grimaldi fuera operado de la rodilla debido a la rotura del menisco. Ese día, lo acompañé, ya que como su asistente personal, estaba dispuesta a estar a su lado en cualquier momento y situación si él lo solicitaba, como en este caso.

Durante horas, permanecí en la misma silla, sintiendo un nudo de nervios y ansiedad. Aunque la cirugía se consideraba “simple”, no podía evitar preocuparme.

Finalmente, después de un tiempo, una médica se acercó para informarme que la operación había concluido con éxito y que mi jefe se encontraba bien.
Sin embargo, no ingresé de inmediato a la sala donde él estaba, ya que decidí darle algo de tiempo para que los efectos de los calmantes y la anestesia desaparecieran, así que cuando vi una oportunidad adecuada, solicité ingresar. No obstante, para mi pesar, él se había quedado dormido.

Dra. Greese: — Todavía está dormido

— ¿No será por la anestesia?

Dra. Greese: — No lo creo

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora