Capítulo 28: Cállate y cógeme

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ZOE

El señor Watson sonrió y se dirigió hacia el fondo del pasillo donde efectivamente se encontraban algunas habitaciones. Mientras tanto, Dante y yo nos acercamos al ascensor.

— Para estar así de borracho camina bien, si hubiera sido yo ya estaría en el suelo — dije y cuando entramos al ascensor Dante me llevó hasta la pared, poniéndome de espaldas a ella.
Tomó mi pierna izquierda y la puso a la altura de su cadera.
Se le veía sumamente excitado, por su respirar lo supe.

Dante: — ¿Por qué estás tan buena?
— preguntó y como mi vestido me llegaba hasta las rodillas, metió su mano por debajo de la tela, acariciando mi pierna.
Su tacto me hizo vibrar y el alcohol estaba haciendo de las suyas aunque pensándolo bien, era mejor estar borracha porque conociéndome bien, sabía que en ese estado me iba a volver loca y más estando con Dante.
Me dejaría llevar por completo y más que eso.

— De hecho este vestido me lo puse pensando en ti — mencioné con la voz agitada, pues todo ese juego previo de seducción había funcionado.

Dante: — ¡Por Dios! Con este vestido te ves divina, pero no aguanto en quitártelo — dijo y antes de que su cabeza se dirigiera a mis pechos para besarlos, lo detuve.

— Espera. Aquí en el ascensor hay cámaras

Dante: — Me da igual. Eso no me va a quitar las ganas que te tengo ahora mismo

Cuando llegamos a nuestro destino, salimos rápidamente del ascensor y nos dirigimos a la habitación de Dante, entrando sin dudar.

Dante: — Si te pusiste este vestido para llamar mi atención y pretender que te cogiera lo has logrado — dijo y sonreí.

— Entonces hazlo, ¿qué estás esperando? — pregunté y sonrió de lado.

Dante: — ¿No que estabas enfadada conmigo?

— ¡Shh! Cállate y cógeme

Procedió a tomarme por la cintura velozmente y me llevó hasta el sofá más cercano que había y ahí me tumbé.
Pasó su rostro por mi cuello y lo besó.
Mientras tanto, buscó el cierre del vestido y lo encontró.
Le ayudé a quitármelo y después le quité el saco que andaba puesto.
Se puso de rodillas.
Subió mi pie a su hombro y lentamente empezó a besar mis tobillos, en tanto me quitaba los tacones.
Era muy sensual esa escena.
Muy erótica.
Quitó los tacones por completo y por último, con mucha lentitud y sensualidad, bajó mi tanga con sus dedos.
Entonces, pensé en que volvería a ponerse encima de mí, pero acomodó su cabeza entre mis piernas y bajó besando desde mis pantorrillas, pasando por mis piernas hasta llegar a mi entrepierna, en donde besó haciendo más pausas.
Finalmente, me abrió más de piernas y sin esperarse más tiempo besó mi intimidad.
¡Dios Santo!
¿Por qué tenía que hacer las cosas tan sexis?
Su manera de mirar, su manera de acariciar mi cuerpo y su modo de darme sexo oral… Era droga.
Atacó mis labios con besos, moviendo su lengua, alternando sus gestos.
Primero empezó moviendo su lengua de arriba hacia abajo en mi clítoris y después en círculos.
Metí mis dedos en su cabello y él jaló mis caderas hacia su rostro.
Se veía que también lo disfrutaba y eso me excitó más de lo que ya estaba.
Saber que no solo yo lo pasaba bien, me ponía cachonda.

DANTE

Zoe arqueó la espalda, haciendo una curva magnífica con la que, al alzarse, sus pechos se notaron mucho.
Salían por encima del sostén.
Desde la posición en la que estaba se veía una imagen que no tardó en despertar el deseo tremendo que sentía por ella.
Esa mujer era una diosa.
Su cuerpo estaba repleto de curvas en las que podía perderme con facilidad y así hice, no me dejé ningún rincón sin dejar la marca de mis labios ahí.
A continuación, me puse encima de ella.
Le quité el sostén y por fin probé sus pechos.
Su piel estaba en llamas y eso me excitó más a mí.
Verla llena de pasión y envuelta de locura… Era una perfección.
Ella me dio un beso e intentó quitarme la camisa que andaba puesta, pero recobré el sentido. No podía dejar que lo hiciera, por lo que la levanté con mis brazos del sofá y ella se aferró a mi cadera.
La llevé hasta mi habitación y nos tiramos sobre el colchón.
En tanto, ella encendió la lámpara de noche que había cerca porque estaba muy oscuro y no se veía nada.
Así que, le di muchos besos, intentado que olvidase lo que quería hacer antes, eso de quitarme la camisa, pero otra vez insistió, así que dejé que lo hiciera.
Ella besó mi cuello e iba a hacerlo también en mis pectorales, pero no me dejé, entonces la tiré sobre el colchón, lo cual la encendió.
A ella le gustaba lo rudo y a mí también, así que fue una buena estrategia de distracción.
De modo que, me acerqué para darle un beso fugaz, después la puse boca abajo y jalé su cabello, haciendo que su cabeza saliera hacia atrás.
La penetré con lentitud y cuando estuve adentro empecé a entrar con más profundidad.

En ese momento estaba excitado, pero recordar lo que tenía en mi cuerpo me hizo pensar en la vida de mierda que tenía.
Aunque en ese instante estuviera haciendo el amor con Zoe, cosa que era magnífica, no podía dejar de lado mi situación.
Y es que a ninguna de las mujeres con las que había cogido les había mostrado mi cicatriz de la operación.
Cuando cogía con ellas siempre lo hacía con la camisa puesta porque siempre me inventaba alguna estrategia para no mostrar mi pecho, ya que la cicatriz la tenía justo entre medio de los pectorales y era una línea vistosa.
Es verdad que ya había sanado, pero la marca aún estaba y esa cicatriz me iba a acompañar por el resto de mi vida en mi piel y en mi mente.

Ya por último, decidí quitarme la camisa.
Me estaba estorbando porque mi cuerpo estaba transpirando y me moría de calor, pero primero de todo, apagué la luz de la lámpara de noche y todo quedó a oscuras.
Por la ventana entraba un poco de luz proveniente de las farolas de calle, así que con esa luz bastó.
Sentí que Zoe se sentó encima de miembro y empezó con sus movimientos asesinos.
Ella decía ser primeriza en esto del sexo, pero sus movimientos eran exquisitos, con mucha experiencia o al menos eso parecía.

Dante: — ¿Dónde aprendiste a moverte así? — pregunté y lanzó un jadeo.

— ¿Por qué? ¿Te gusta? — preguntó con la voz agitada y continuó moviéndose.
Se inclinó y le di un beso.
Le di una nalgada, sonrió y sonreí como respuesta a su cuestión.
Me dio otro beso y puse mis manos sobre sus caderas, ayudándola a continuar moviéndose hacia mí mientras se penetraba ella sola.
Estaba disfrutando de ese momento y yo también me dejé llevar.
Sinceramente, Zoe había sido la única mujer que en el sexo me encendía por completo, porque ella era muy sensual y eso me volvía loco.

Zoe: — ¡Ah!

Zoe empezó a saltar encima de mí y ver la silueta de sus pechos moverse de arriba hacia abajo casi hacía que me corriera.
Su cuerpo me excitaba muchísimo, era muy sexi.

Volvió a lanzar otro jadeo y dejé que ella hiciera el trabajo.
Ella sola estaba consiguiendo satisfacerse a sí misma y en esa posición de montar era indicado, puesto que ella controlaba todo, la profundidad y los movimientos para hacerla alcanzar un tremendo placer.

Ya por último, bajó de velocidad y fue cuando la noté extasiada, es más, sentía que su entrada estaba más lubricada.
Procedí a ponerla debajo de mi cuerpo y en tanto recobraba el aliento, volví a besar su cuello, pechos y abdomen.

Entonces, la puse en cuatro y como la luz que provenía desde afuera, de la calle, entraba a la habitación, noté algo que antes no había visto.
Tenía un tatuaje en la espalda baja.

— ¿Y ese tatuaje?

Zoe: — Me… Lo hice hace poco

— ¿Es una serpiente? — pregunté en tanto la penetraba con un poco de velocidad.

Zoe: — Sí… ¡Ah!

— ¿Y te lo hiciste tal que así?

Zoe: — Mmm, no. Fue… Es porque significa muchas cosas

— ¿Tales cómo?

Zoe: — ¡Ah!… Pregúntame otro día, ahora solo sigue con lo que haces — dijo con la voz agitada, por lo que seguí follándola, ahora con más velocidad que antes.

Desde la última vez en que lo habíamos hecho había pasado mucho tiempo y yo ya tenía ganas de repetirlo, me moría de ganas, por lo que en esta noche hice todo lo me había guardado durante ese tiempo perdido.

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora