Capítulo extra 1

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Cinco años después.

ZOE

Ya habían transcurrido más de cinco años y medio, casi seis, de estar con Dante y de vivir cosas que nunca imaginé, pues, él... ¿Qué les puedo decir?
Él era una maravilla de hombre.
Había descubierto en Dante a un hombre lleno de encanto y cariño, de ternura, cuidado, pero sobre todo, lleno de mucho romanticismo.
En definitiva, jamás pensé que Dante fuera tan lindo y además de un buen novio, también un grandísimo prometido, porque sí, él hace un año me pidió matrimonio, justo cuando era primavera, una de sus épocas favoritas aparte del invierno.

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INICIO  DEL FLASHBACK.

Dante y yo nos habíamos ido de vacaciones por dos semanas y nuestro destino fue Japón, un lugar que los dos teníamos varias ganas de visitar.
Además, aprovechando que no teníamos que trabajar en la oficina y que teníamos tiempo libre, decidimos ir.
Así pues, en uno de esos tantos días, exactamente en un miércoles, nos lo habíamos pasado visitando los sitios más emblemáticos de Japón y en uno de esos, justamente en un sitio que era el parque Murayama, ubicado en Kioto, surgió una de las cosas más bonitas y graciosas que me había pasado en la vida.

Dante y yo estábamos en el parque, sentados sobre una manta puesta sobre el césped.
Habíamos hecho un picnic mientras disfrutábamos de las bellas vistas y rodeados por esos hermosos cerezos de flor japoneses, que siendo primavera, estaban en pleno auge.
Además, por suerte, no había tanta gente en el parque, por lo que el picnic fue muy íntimo y nos la estábamos pasando bien.

— Está muy lindo — dije y en una copa de vidrio me serví un poco de agua, ya que no se permitía tomar alcohol, porque sino estuviéramos tomando vino.
— ¿Te sirvo otra copa? — pregunté y miré a Dante, quien tardó en contestarme y ahí me di cuenta, por tercera vez durante el día, que estaba muy pensativo y hasta preocupado.

Dante: — ¿Eh? Sí — respondió con una voz muy grave, por lo que me di cuenta de que en verdad estaba nervioso, ya que cuando estaba así su voz se le ponía más grave y cuando no estaba así, era, como siempre, normal.

— Amor

Dante: — ¿Qué?

— ¿Estás bien? — pregunté y de una cesta que teníamos saqué Mochis, que habíamos comprado en uno de los varios pequeños negocios que había por el parque.

Dante: — Sí, em...

— Mira, hay Mochis aquí, ¿quieres un...

Me di la vuelta para ofrecerle un cuenco con Mochis y cuando lo hice, noté que él ya no estaba sentado, sino que una rodilla la tenía en el suelo y la otra flexionada, pero eso no fue lo que me sorprendió y me asustó, sino que fue el hecho de que como él estaba muy cerca de mí, le golpeé con mi brazo e hice que algo se le cayera de las manos.

Dante: — ¡Mierda! — exclamó y miró al suelo.

— ¡Ay perdón!

Dante: — ¡Joder! ¡No!

— ¿El qué? ¿Qué se te cayó?

Dante: — El... Ese, ¡Joder!

— ¿El qué?

Dante no me respondió y rápidamente intentó buscar algo que se le había caído al suelo, pero como estábamos cerca de un pequeño lago, al parecer el objeto cayó al agua.

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora