Capítulo 40: Aceptando la realidad

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ZOE

Sábado.

El fin de semana había llegado, pero como esperaba, no sería agradable en absoluto.
Los reporteros me habían estado vigilando durante toda la semana, incluso en el supermercado, y no hacían más que molestarme.
Así pues, decidí poner fin a esto y me dirigí a la casa de Dante para hablar con él, ya que no podía soportarlo más y él parecía no preocuparse por la situación.

Llegué a su casa unos minutos después, subí en el ascensor y llegué a su pent-house. Aunque podría haberle llamado por teléfono, preferí hablar en persona.
Toqué el timbre y, después de un momento, Dante abrió la puerta con una toalla atada a la cintura, lo que indicaba que acababa de tomar un baño.

Dante: — Hola

— Em, hola

Dante: — Pasa — dijo, y entré al pent-house.

— Tenemos que hablar

Dante: — Vale, ¿qué pasa?

— ¿Podrías hacer algo para poner fin a todo esto?

Dante: — ¿Hacer algo?

— Sí, después de todo, conoces a mucha gente y quizás puedas influir en que alguien tome medidas. Sinceramente, ya no puedo lidiar con esto

Dante: — Pero, en teoría, ya no debería haber problemas

— ¿Por qué dices eso?

Dante: — Porque le pedí a Richard que fuera a la revista y solicitara que retiraran esa noticia

— ¿En serio?

Dante: — Sí

— ¿Cuándo?

Dante: — Hace días

— No lo sabía. Perdón

Dante: — ¿Por qué?

— Porque te estaba reclamando sin saber que ya habías hecho algo al respecto. Me siento mal por eso

Dante: — No te preocupes, afortunadamente, ya no es un problema importante

— Bueno, quizás para ti no lo sea, pero para mí sí

Dante: — ¿A qué te refieres?

— Desde que esto comenzó, la gente me trata mal en la empresa, en la calle, incluso me vigilan

Dante: — ¿De verdad? ¿Estás hablando en serio?

— Sí

Dante: — ¿Y por qué no me lo habías dicho antes?

— No quería preocuparte. Sé que la empresa está pasando por un mal momento y tienes muchos problemas. Pensé que si te lo decía, empeoraría las cosas

Dante: — Pero esto es importante.
Haré algo al respecto, no te preocupes

— Gracias, de todos modos, intentaré mantenerme al margen de esto — dije, notando que había puesto sus manos en las caderas, lo que me permitía ver claramente su pecho, sus brazos, su cuerpo en general.
¿Por qué tenía que ser tan guapo?
En ese momento, me invadieron deseos incontrolables.
No habíamos estado a solas desde hace mucho tiempo, desde mi cumpleaños, y sinceramente, quería que volviera a suceder. Más aún, en ese instante, deseaba acercarme para ver de cerca ese bulto que se insinuaba bajo la tela de la toalla que llevaba atada a la cintura, arrodillarme en el suelo, quitarle la toalla y…

Dante: — ¿Y cómo has estado?

— ¿Eh? E… Bien, bien. Bueno, mal por lo que pasó, pero bien — respondí y frunció el ceño.
Seguramente me había atrapado mirándole con ganas de devorarlo entero.

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora