Capítulo 44: ¿Dante?

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ZOE

Luego de finalizar el baile, me encaminé hacia los vestíbulos.

Vanessa: — Zoe, ¿puedes ir a la sección roja?

— ¿Y yo por qué?

Vanessa: — Resulta que una de las prostitutas no apareció y hay dos puestos que necesitan ser cubiertos.
Kuki se quedará en uno porque encontró a un tipo que le gustó

— Pero yo no quiero. No quiero que nadie me coja

Vanessa: — Quizás nadie lo haga. Hay muchas opciones y, si lo prefieres, puedes quedarte en la última puerta para pasar desapercibida.
Hay que cubrir ese puesto, aunque solo sea para vigilar la entrada

— ¿Y no hay nadie más disponible?

Vanessa: — No, pero por si acaso, preguntaré a alguien más

— No, lo haré yo

Vanessa: — Está bien

— ¿A dónde debo ir?

Vanessa: — Allá, en ese pasillo

Caminé hacia el pasillo, donde se encontraban unas quince mujeres.
Me mantuve en la última puerta con los brazos cruzados, tratando de pasar desapercibida. No deseaba que nadie me cogiera, ya que no me sentía preparada para eso; sería como vender mi cuerpo, algo que iba en contra de mis principios.
Yo era más de acostarme solamente con un hombre y no de andar juntándome con alguien que no conocía y que me metiera mano y otras cosas.

Entonces, un hombre de cabello rubio se acercó a mí.

Hombre: — Vamos

— No

Hombre: — ¿Por qué? Ya pagué

— Pero no, busque a otra yo... No estoy disponible

Hombre: — Vale — dijo, aun negándose, y fue en busca de otra mujer.
Menos mal había aceptado mi negación porque si no me hubiera acostado con él.
Pero, para mi sorpresa, otro tipo se acercó. ¿Otro más? ¿Por qué parecía que solo me buscaban a mí?
Finalmente, me di cuenta de que era el mismo hombre que había estado observándome fijamente en la sala de baile. Su antifaz con una raya roja lo delató. Sin más preámbulos, agarró mi mano y nos dirigimos a una habitación. Su perfume... Abrí mis fosas nasales y olí nuevamente su perfume.
Me resultó extrañamente familiar.

A continuación, él me llevó hasta la pared y se puso detrás de mí, pegando su cuerpo con el mío.
Se le veía muy agitado y excitado.

— Espera, ¿para qué pagaste?
— pregunté, ya que dependiendo del precio, le podía dejar hacerme algunas cosas y otras no.

Dante: — Para...

Se detuvo en seco y me giró, quedándome frente a él.
Hizo un intento por quitarme el antifaz, pero yo me resistí, incapaz de dejar que lo hiciera.

Dante: — Déjame verte — pidió y reconocí su voz en seguida.

— ¿Dante? — pregunté atónita y me quitó el antifaz.

Dante: — Zoe...

— ¿Qué? ¿Qué haces aquí?

Dante: — ¿Cómo?... Tú, ¿tú qué haces aquí?

— No, responde

Dante: — No, primero respóndeme por qué estás aquí en este lugar — dijo con enojo.

— Porque es mi trabajo — contesté, y sus cejas se elevaron en sorpresa.

Dante: — ¿Tu trabajo? ¿Trabajas en esto? ¿Prostituyéndote?

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora