Capítulo 32: Obsequio

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DANTE

10:21 a.m.

Salí de la peluquería y me dirigí a la oficina, sabiendo que llegaba un poco tarde debido a la importante cita para cortarme el cabello. Por eso, me retrasé unos quince minutos.

Al entrar al estacionamiento de la empresa, estacioné mi auto y me dirigí al edificio.

Ximena: — Buenos días, señor Grimaldi

Ximena, la recepcionista, me saludó y yo no le dije nada.
Nunca lo hacía. Para mí hablar con mis empleados no era mi fuerte ni de mi agrado, ya que de eso se encargaba los de recursos humanos, no yo, claro, pero si se trataba de mi asistente personal debía hablarle y asociarme con ella.

Llegué a mi oficina y vi que la de Zoe tenía la puerta abierta.
Se suponía que estaba trabajando, pero eso lo iba a averiguar.
Siempre revisaba las cámaras de seguridad para asegurarme de que estaba cumpliendo con sus tareas.
Era una forma de verificar su desempeño laboral y, en secreto, admitir mi interés por ella.

Al observar las cámaras, vi a Zoe escribiendo en su computadora. No obstante, algo llamó mi atención: llevaba una falda más corta de lo habitual, en contraste con su estilo conservador.

Entonces, también me percaté de que no andaba puestos los tacones. Eso siempre lo hacía, se los quitaba al estar en su oficina y ese acto a mí me gustaba mucho, pues hasta su manera de quitarse los tacones era sensual.
De hecho, jamás me perdía ese momento, siempre estaba pendiente de cuando lo hacía.
Y no es que tuviera algún fetiche con sus pies, sino que ella tenía algo, mejor dicho, muchas cosas que me parecían divinas.

Luego, me senté en mi silla, abrí mi laptop y recibí una notificación.

“ᴢᴏᴇ ᴄᴀʀʀᴀsᴄᴏ, 4/11”

Esta notificación solo significaba una cosa: el cumpleaños de alguien.
Mis calendarios siempre estaban llenos de cumpleaños de empleados, ya que tenía acceso a sus datos personales. Aunque no felicitaba a todos, hoy era el cumpleaños de Zoe, y no podía hacer una excepción.
Quería decirle algo o incluso darle un regalo, pero me frené.
¿Y si ella se alejaba de mí?
¿Si ya no le interesaba? Sería en vano.

A pesar de mis esfuerzos por distanciarme de ella, me consumía el deseo de estar con Zoe. Me volvía loco, y eso me intrigaba.
¿Debería darle un regalo?

Tomé el teléfono y llamé a recepción.

Ximena: — ¿Sí?

— Cuando entreguen un ramo de flores, déjalos pasar

Ximena: — Claro, ¿para quién es? ¿Pregunto cuando lleguen?

— No, ya lo diré. No te preocupes

Ximena: — De acuerdo

Colgué y llamé a una floristería.

— ¿Puedo hacer un pedido?

Alguien: — Sí, dígame

— Un ramo de flores, las más fragantes y hermosas que tengan

Alguien: — ¿Algún tipo de flor en particular?

— No, ¿puede elegir por mí?.
De las más demandadas

Alguien: — Vale, serían las margaritas. ¿Le parece si pongo unas rosas también?

— Lo que haga falta

Alguien: — Muy bien, ¿algo más?

— No, el pedido es para Grimaldi's Company, suban al quinto piso y vayan directamente a la oficina al final del pasillo. Allí los esperaré

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora