Capítulo 27: Borracha intencionalmente

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ZOE

Miércoles.

Ayer, después de discutir con Dante, me quedé pensando mucho en todo esto.
En cierta parte me dolía saber que se había ido con otra, pero tenía que olvidarme de ese asunto porque si él se había acostado con esa mujer era porque tenía derecho a hacerlo. Al fin y al cabo yo también cogí con otro, con Richard, así que los dos estábamos en igualdad de condiciones.

Salí de la ducha, me puse una bata blanca y enseguida alguien llamó a mi puerta. Pensé que era la de limpieza y la dejé entrar, pero resultó ser Dante, que me miró de arriba a abajo.

— ¿Qué se le ofrece, señor Grimaldi?

Dante: — Quería entregarte personalmente esta invitación

— ¿Invitación?

Dante: — Sí, para esta noche, a las nueve. Tú estás invitada, y yo también

— ¿Y por qué yo?

Dante: — Porque eres mi asistente personal.
Será una cena con algunos empresarios.
Coincidimos en que habíamos algunos aquí y el hotel decidió hacerlo

— Está bien — dije y se metió las manos en los bolsillos, sin dejar de verme.
— ¿Se le ofrece algo más? — pregunté y se acercó a mí.

Dante: — ¿No llevas nada debajo de la bata o sí?

— No es información que deba saber
— respondí y sonrió de lado.

¡Joder!
Su maldita mirada me iba a matar.

Dante: — Quisiera verlo por mi propia cuenta — dijo y mi pulso se aceleró.

— ¿En serio? — pregunté y me acerqué más a él.

Dante: — Muero de ganas — mencionó y se inclinó a mí.
Pasó su rostro por mi cuello y me volvió a mirar a los ojos.
— Te veré en la noche — dijo y antes de alejarse de mí desató el nudo de la bata, haciendo que se abriera.

— ¡Oye!

Me tapé en seguida y él me miró sonriente.
Abrió la puerta y se fue.

En el fondo se notaba que Dante me quería coger.
Quizás esa mujer no logró satisfacerlo por completo, quién sabe. Pero yo tenía las cosas claras: no me iba a dejar llevar con tanta facilidad. Si quería buscarme, que lo hiciera, pero no iba a caer rendida a sus pies tan fácilmente.

8:50 p.m.

Llegué puntual a la cena, siempre prefería llegar temprano a las citas, ya que no me gustaba la idea de llegar tarde. Fue entonces cuando vi a Dante entrar en la sala. Vestía un traje, su atuendo de oficina habitual, pero esta vez no era ni negro ni azul marino; era de un elegante color vino que le sentaba increíblemente bien. Nunca antes lo había visto con colores así, pero debo admitir que lucía fenomenal.

Nos sentamos en la mesa con los cinco empresarios presentes, aunque admito que no tenía idea de quiénes eran.
Todos eran hombres, pero afortunadamente, había otra mujer que resultaba ser la esposa de uno de ellos.

Kathy: — Soy Kathy, encantada

— El placer es mío. Soy Zoe

La mujer me sonrió y yo le devolví el gesto. Era evidente que Kathy era amable y simpática, a diferencia de otras mujeres que había conocido en este mundo de los negocios, donde había varias de carácter difícil.

Dante se sentó a mi lado y, justo cuando iba a acomodarme, gentilmente jaló mi silla para que me sentara y luego la acercó a la mesa.
¡Vaya!, tenía buenos modales.
Mientras tanto, él ocupó su asiento y me miró. Su rostro parecía serio, pero no enojado, sino que escondía algo en sus ojos.

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora