Capítulo 36: Difamación

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ZOE

Lunes, 8:22 a.m.

Mientras me dirigía a la oficina, un poco tarde, pero enfocada en llegar al trabajo, me encontré con una inusual escena al entrar al edificio. Un grupo de personas había formado un círculo y los gritos captaron mi atención.

«No puede ser», me dije cuando reconocí la voz.

Richard: — ¿Dónde está?

Me acerqué al grupo para descubrir a Richard causando un alboroto, subido en una silla. Además, noté que Dante llegó rápidamente para controlar la situación.

Dante: — ¿Tú qué haces aquí?
Bájate de esa silla ahora mismo — pidió furioso y Richard no lo miró, en cambio, me miró a mí.

Richard: — ¡Ah! Ahí estás.
Eres una maldita, una zorra — dijo y todos me miraron.

Dante: — ¡Bájate de esa puta silla!
— gritó y Richard por fin lo miró.

Richard: — Ja, ja, deja de hacerte el interesante.
Ahora todos sabrán que tú, ¡sí, tú Zoe! Eres una puta

— Richard, por favor, vete — pedí intentando mantener la calma.

Richard: — ¡No! Ahora todos sabrán lo que haces, que te acuestas con tu jefe
— mencionó y todos los expectantes se sorprendieron, mirándome con una cara de incrédulos.

— Richard, vete

Richard: — Ja, ja, ¿verdad que nadie lo sabía? Pues sí, ella se acuesta con su jefe.
Y eso solo lo haces para que te suba el sueldo — dijo y se bajó de la silla, se acercó a mí y me enfrentó cara a cara.
— ¿No es así? Eres una zorra — dijo en mi cara y Dante se le apareció por atrás.
Lo jaló del hombro y lo tiró al suelo.

Dante: — Vete a tu puta casa ahora mismo

Richard: — Eres un maldito tú también, ¡me quitaste a mi novia!

Dante: — ¡Que te vayas a tu puta casa, he dicho! — grito y Rhys, el guardaespaldas de Dante, llegó a la escena, agarró a la fuerza a Richard y se lo llevó a fuera del edificio.

En ese preciso instante, la ausencia de personal de seguridad fue evidente, de lo contrario, habrían intervenido con anterioridad.
¿Y por qué no había nadie disponible?
La razón fue que todos los presentes se distraían escuchando las palabras de Richard en lugar de cumplir con su trabajo.

Dante: — Todos ustedes a trabajar, no hay ningún motivo para estarse distrayendo

Todos volvieron a sus puestos de trabajo, pero no sin antes mirarme, lo que me causó mucha más incomodidad de la que ya tenía en ese momento.

Dante me miró y yo bajé la mirada al suelo.
Me dirigí hacia el pasillo que daba hacia el ascensor y él me siguió.

Dante: — Espera — dijo y se alcanzó a subir conmigo al ascensor.

En ese momento, mis emociones eran un remolino.
Mi mente estaba llena de pensamientos revueltos, me sentía nerviosa, avergonzada y, ante la impotencia, simplemente me eché a llorar.
La verdad es que no sabía cómo lidiar con estas situaciones, y cada vez que surgían discusiones o cosas parecidas, me volvía supersensible y terminaba llorando, como justo pasó en ese momento.

Dante: — Ven

Dante me dio un abrazo y yo no me negué.

— No sé por qué vino y dijo eso

Dante: — No importa, ya pasó

Llegamos hasta la quinta planta y nos salimos del ascensor.

— Es un desgraciado — dije y Dante me llevó hasta su oficina.

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora