Capítulo 5: Algo le pasa

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Lunes, 5:56 a.m.

Me desperté con un dolor de cabeza palpitante, evidencia de la resaca después de la fiesta de cumpleaños de Richard. Me arrastré fuera de la cama y me dirigí hacia la ducha. Allí, me despojé de mi ropa y dejé que el agua caliente cayera sobre mí. Después de unos quince minutos, salí, regresé a mi habitación y me vestí.

6:12 a.m.

Descendí a la cocina en busca de algo para aliviar mi malestar. De repente, desde la sala, resonó un ronquido estruendoso. Me acerqué con cautela y vi un cuerpo bajo una sábana blanca en el sofá. Intenté aproximarme nerviosamente, sin saber quién era, ya que no podía ser Emma. Entonces, quienquiera que estuviera debajo de esa manta volvió a roncar, haciéndome saltar del susto.

Luego, noté que no era solo un cuerpo, sino dos. Uno de ellos se movió, revelando una cabellera rubia, y al retirar la manta de su cabeza, vi quién era: Emma. Tenía una expresión de embriaguez en su rostro y solo podía abrir los ojos a duras penas. Además, parecía estar desnuda, al menos en la parte superior. Sin embargo, ninguna de las dos nos sentimos avergonzadas, ya que habíamos compartido departamento durante mucho tiempo y nos habíamos visto desnudas en innumerables ocasiones.

De la misma manera, el otro cuerpo también se movió, pero pareció seguir durmiendo. Emma señaló que necesitaba algo para cubrirse, porque solo había una sábana y si la tomaba para taparse, dejaría a su compañero completamente desnudo. En consecuencia, fui rápidamente a mi habitación y tomé una toalla que le entregué.

— ¿Quién es? ¿Jacob? — pregunté mientras ella y yo nos dirigíamos a la cocina.

Emma: — Sí

— ¿Por qué están en el sofá en lugar de en tu habitación?

Emma: — Volvimos ayer tarde de la fiesta y… bueno, queríamos… no llegamos a la habitación y… sucedió aquí mismo

— Creo que ya se despertó — dije cuando escuché que se movió una silla en la sala, y Emma salió antes que yo de la cocina. Me acerqué de nuevo a la sala y vi que Jacob estaba despierto y desnudo.

— ¡Ay! Lo siento — exclamé avergonzada, desviando la mirada, y él se cubrió rápidamente, la entrepierna con las manos.

Jacob: — Lo siento, pensé que Emma estaba sola en casa

Emma: — Ya está, ya puedes abrir los ojos — dijo, mirándome, y luego a su novio, quien ya estaba tapado con la sábana.

— No te preocupes, no vi nada
— mencioné con una risa nerviosa.

Jacob: — Mis disculpas — añadió, haciendo el mismo gesto que yo.

Emma: — ¿Zoe, te vas ya?

— Todavía no

Emma: — Voy a preparar algo de comer

— Te acompaño

Jacob: — ¿Emma, puedo usar tu baño para ducharme?

Emma: — Claro

7:33 a.m.

Jacob ya se había ido de casa y Emma y yo estábamos terminando de desayunar.

— ¿Vas a trabajar hoy?

Emma: — No, tengo el día libre

— Menos mal, porque si no…

Emma: — Sí, menos mal. Estoy agotada. ¿Y tú?

— Sí, desearía quedarme, pero no puedo. Tengo un terrible dolor de cabeza

Tomé el último sorbo de mi café amargo para intentar despertarme porque normalmente me tomaba un café con leche.

Emma: — ¿Qué hora es? — preguntó y miré el reloj colgado en la pared.

— ¡Maldición! Me tengo que ir

Emma: — Hasta luego

— Nos vemos por la tarde

Me subí al auto y traté de llegar lo más rápido posible a la empresa, pero el tráfico en las calles no me lo permitía. Era hora punta, y aunque solía evitarla yendo a trabajar a las seis, esta vez se me había pasado debido a la charla con Jacob y Emma.

7:56 a.m.

Al salir del ascensor, apresuré el paso hacia mi oficina. La idea de que el señor Grimaldi descubriera mi retraso me tenía preocupada, y temía que presentara una queja en Recursos Humanos. Mientras me acercaba a mi destino, los gritos provenientes de la oficina de mi jefe resonaron en mis oídos. Era una escena que ya había escuchado unas cuantas veces: discusiones con empleados. No es que lo hiciera seguido, pero me había dado cuenta de que se ponía a gritar cuando estaba histérico y porque había salido algo sumamente mal.

Dante: — ¡Me da igual! ¡Haz las cosas como deben ser! ¿No sabes que se debe tener el contrato listo cuando se firma?

Rob: — Sí, pero es que…

Dante: — ¡No hay excusas!
¡Soluciona el problema inmediatamente!

Rob: — Sí, señor

Rob, el empleado bajo el fuego cruzado de los gritos de su jefe, salió corriendo de la oficina, y yo lo observé mientras pasaba como un relámpago a mi lado. Para evitar cualquier confrontación con Dante, quien podría regañarme por llegar tarde, me deslicé velozmente a mi oficina.

No quería ser la siguiente en sufrir una reprimenda como Rob, y menos aún si Dante descubría que había llegado ligeramente ebria… No, mejor ni pensarlo.

3:22 p.m.

Era hora del almuerzo y me tocaba llevárselo a mi jefe. Este tipo de cosas, como llevarle el café o el almuerzo, no se me hacían molestas; al contrario, me gustaba hacerlo. No era porque disfrutara obedecerle a Dante, sino porque me parecía un buen gesto. Además, dado que siempre lo hacía, recibía un aumento de sueldo por eso y de esa manera se compensaba el hecho de servirle.

Al entrar a su oficina, noté que la puerta estaba abierta de par en par. Entré, miré por todos lados y no vi a Dante. Giré el rostro hacia la izquierda y lo vi salir del minibar que tenía su oficina, con un vaso de whisky en su mano.

— Señor, aquí está su almuerzo

Dante: — Déjalo en la mesa

Cumplí con su solicitud y, en ese instante, algo me llamó la atención. Mientras avanzaba, parecía cojear ligeramente, como si su pie derecho estuviera afectado de alguna manera. A pesar de mi curiosidad, decidí no indagar en su asunto, pues no tenía derecho a meterme en su vida. Él era mi jefe, no mi amigo, así que si él no lo pedía, yo no podía hacerlo sin su permiso.

— Si eso es todo, vuelvo a mi oficina

Dante: — Revisa los tres contratos que te enviaré ahora mismo. Quiero que los leas

— Sí, señor

Caminé hasta la salida y, mientras tanto, me quedé reflexionando sobre por qué no caminaba bien. Bueno, pensándolo bien, tal vez él tenía algo en su pierna o pie, puesto que desde hace más o menos dos meses llevaba un bastón color rojo cuando caminaba mucho. Al principio, creí que era solo un accesorio para realzar su imagen y autoridad. Sin embargo, después de lo que presencié, me di cuenta de que quizás había algo más profundo, una posible enfermedad o lesión que él nunca había revelado… Era un misterio que, por el momento, yo no conocía.

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora