Adiós

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A Haechan no le gustaban los colores apagados ni los días sin sol o con lluvia. Tampoco le gustaba cuando sus papás o sus amigos no se sentían bien.
No le gustaba cuando Mark decía que no era su mejor amigo. Tampoco le agradaba cuando sus amigos no jugaban a lo que él quería.

No le gustaba sentirse solo.

No le gustaba cuando otros niños le hacían maldades.

Y sus papás le habían enseñado siempre que debía ser amable y empático con los demás, siempre y cuando eso no le afectara a él.

Pero es que llenar de lodo las hojas de aquel cuaderno de arte de un niño desconocido le había parecido una excelente idea aquel jueves que Jeno no pudo ir a clase y tuvo que juntarse con otros compañeros de su salón.

Ahora estaba en la dirección, sentado junto a otros cinco kindergardianos culpables del crimen, esperando a que sus papás llegaran para hablar de la situación. Sus cortas piernas se movían con nervios y volaban por los aires, el sofá de la oficina de la directora era demasiado alto para él. Incluso tuvo que recibir ayuda de su maestra para sentarse ahí.

No sabía cuál de sus papás iría a la escuela, pero realmente se sentía culpable por el niño dueño de esa libreta y esperaba que el castigo no fuera tan malo.

Sabía que tenía que disculparse con el afectado y esperaba ser perdonado.

Sus ojos se abrieron de par en par al ver aparecer a Mark en la puerta de la dirección. Se veía muy serio y sus manos se sostenían una a la otra, demostrando que no quería estar ahí. Su maestra lo acompañaba, con las manos sobre sus pequeños hombros. Estaba a punto de decirle algo cuando este se acercó al escritorio, haciendo un puchero de angustia al revisar el cuaderno arruinado.

– Uhum, si era mío.

Mark suspiró y bajó la cabeza, mirando mal a los seis kindergardianos culpables antes de empezar a llorar. No sólo habían arruinado su proyecto de artes en acuarela en el que había trabajado toda la semana, sino que ese cuaderno era muy importante para él. Siempre dibujaba ahí.

Y que Haechan fuera uno de los culpables lo empeoraba todo. Lo ponía muy triste.

– Makku... no sabía que ela tu cuadelno ¿me peidonas? Le dilé a papá Johnny que te comple otlo...

Haechan le tomó la mano para tratar de consolarlo, pero el niño mayor la apartó y lo miró molesto, apretando los dientes.

– No quiero, no me hables nunca más, Haechan.

– Pero Makku... Yo no...

– Ya no me digas Makku. Entiende.

– Pelo es que yo de veidá...

La presencia de Taeil en la puerta, en chanclas y con calcetines atrajo la atención de los dos niños. El adulto se había preocupado mucho porque jamás recibía llamadas del colegio de Haechan, mucho menos para un aviso de conducta.

Temía que niños más grandes le hubieran hecho daño, pero al verlo intacto y aferrándose a la chamarra de Mark pudo volver a respirar. Su niño estaba bien.

– Hola. ¿Qué sucede?

Se acercó a ambos, poniéndose a su altura para escucharlos. Mark hizo un puchero y lo abrazó por el cuello, buscando consuelo. Haechan jugó con sus deditos, delatandose con su gesto de culpabilidad que Taeil conocía muy bien.

Bear Family 🐻 JohnilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora