Después

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Chenle no había tenido un buen día. Su tanque se quedó sin oxígeno en pleno paseo en bicicleta porque olvidó rellenarlo, Jaemin tuvo que llamar una ambulancia y todos los vecinos se enteraron de lo ocurrido.

No quería volver a salir de casa jamás. Hasta se encargó de pelear con Jaemin para que no lo buscara en un tiempo.

Había contenido sus ganas de llorar hasta después de la cena y después de darle las buenas noches y un abrazo a su familia con una sonrisa falsa, huyó a su habitación para desahogarse solo en la oscuridad.

No supo cuánto tiempo había llorado y aunque lo había hecho en completo silencio, entrecerró los ojos al ver la puerta abrirse a mitad de la noche, dejando pasar la luz del exterior y a Johnny con una taza en la mano. El adulto era un detector de personas tristes.

Quería limpiarse las lágrimas y fingir que dormía, pero no tuvo tiempo ni fuerzas para hacerlo. Estaba mareado, lo que siempre ocurría cuando se quedaba sin aire por un tiempo considerable.

– Mi bebé precioso, no mi chiquito.

Chenle se dejó hacer; Johnny le limpiaba las lágrimas que caían sin parar de sus ojos, sosteniendo su rostro con una mano para acariciarle la mejilla.

– ¿Qué ocurre?

– Todo está mal... – chilló y mordió su labio inferior. – Soy un estorbo. Nada nunca me sale bien. 

Sabían que Chenle estaba lidiando con una severa depresión que empeoró cuando fue rechazado en la Facultad de Farmacología debido a sus condiciones de salud. Veía cada vez más lejos el ser felíz.

Creía que tenía que haberse muerto y que por eso no había nada en la vida para él. Y a veces odiaba a Jaemin por haberlo salvado.

– No es verdad mi cielo. No le estorbas a nada ni nadie. – John dejó la taza en la mesita de noche, dedicándose a hacerle cariñitos a su hijo en la cara y cabello. – Te juro que no es así mi niño. Tienes tanto por delante, mi vida. No sufras así mi amor. Todo va a estar bien. Vas a ver qué sí. Lo vamos a resolver juntos.

Chenle sollozó, recibiendo un besito en la mejilla. Johnny se quedó a su lado por un buen rato, acompañándolo, secando sus lágrimas e intentando motivarlo. Estuvo a su lado hasta que se cansó de llorar.

El adolescente miró a su papá, que hizo un puchero al ver sus ojitos hinchados de tanto llorar y se encargó de darle un besito en el párpado a cada uno. 

– Perdón por preocuparte todo el tiempo...

– Te amo muchísimo Lele. Eres la partecita más importante de mi corazony. – besó su mejilla, entrelazando sus deditos deditos con los suyos para acariciarlos. – Y estaré siempre junto a ti mi niño. No sabes lo felíz que he sido desde que pude verte otra vez. Te amo.

John frotó sus mejillas como si fueran un par de gatitos y Lele se rió quedito.

– Yo también te amo papá.

– Desde que naciste me debes el poder dormir Lele. Eres tremendito.

Los dos se rieron y se abrazaron muy fuerte. 

– Te traje algo para que no estés triste.

Chenle se sentó, mirando con curiosidad la taza en la mesita y una cajita diminuta que no había visto antes.  Johnny le dió primero la bebida y él la escaneó y sonrió amplio al ver que era un vaso de leche con una bomba de chocolate lista para ser explotada. 

Su papá se sentó a su lado, observándolo beber con calma su chocolate y luego le dió la cajita, sonriendo mientras lo veía abrirla.

Chenle sostuvo la llave con un delicado llavero de estrellitas y arqueó la cejas, sin entender.

– La casita que nos gustó. Ahora es nuestra. – susurró el adulto, mirando a su niño ponerse muy felíz. Habían hecho muchos movimientos bancarios para intentar tenerla pero había sido difícil porque alguien más ya la había comprado. – Es un secreto ¿Okay? Les diremos pronto.

Chenle asintió con una gran sonrisa.

– Tú eres mi casa, papá.

John arqueó las cejas ante esas palabras bonitas y apretujó fuerte a su pequeño, besándole la frente, las mejillas y la nariz sin importarle hostigarlo.

– Te amo mi Lele, hasta el fin del mundo.

– Te amo mi Lele, hasta el fin del mundo

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Bear Family 🐻 JohnilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora