Libertad sin paz (Sacrificios 04)

El alma de un hombre puede vacilar

Capítulo 45: El alma de un hombre puede vacilar

Harry se preguntó qué debería sentir al seguir a Snape, que levitaba a Rabastan, al Gran Comedor, y mientras Draco los seguía con ansiedad. Supuso que era casi cualquier cosa menos lo que en realidad estaba sintiendo en ese momento: una mezcla de indignación, irritación, ansiedad por Connor y un resentimiento bajo que le llevó un momento identificar.

Esto ha sucedido lo suficiente. ¿Qué más podría hacer sino lo que he hecho? No puedo mantener a los Mortífagos fuera de la escuela si no se vigilan las barreras. Y si Dumbledore no está mirando las barreras...

Quería respuestas tanto que podía olerlas. Pero tenían que lidiar con Rabastan primero.

Al menos Snape lo estaba haciendo en público, reflexionó Harry, mientras Snape ataba a Rabastan a la superficie de la mesa de Hufflepuff con las cuerdas que Harry había traído del lago. La cara de su guardián estaba casi en calma, pero Harry pensó que eso no duraría mucho. Snape dio un paso atrás cuando terminó y miró una vez a Harry.

—¿Tienes su varita?

Harry asintió y se dio unas palmaditas en el bolsillo de la túnica, donde estaba la varita de Rabastan. Había echado chispas cuando la recogió, tal vez reflejando la ira de su dueño, pero mientras estuviera realmente separada de la mano de Rabastan, no podría dañar a nadie más. Harry la mantendría a raya por si acaso Rabastan tuviera la habilidad de invocarlo.

—Bien —dijo Snape, y luego apuntó su propia varita a Rabastan—. ¡Ennervate!

Rabastan se sacudió, una vez, y luego se despertó. Harry pudo ver el momento en que se dio cuenta de que estaba cautivo. Sus ojos se ensancharon una vez, y luego volvió la cabeza y se encontró con la mirada de Snape con la calma de alguien que esperaba tortura y se estaba preparando para resistirla.

—Severus —dijo—. No te he visto en un tiempo. Todavía defendiendo niños, ¿supongo? ¿Y disfrutándolo? Sospecho que una vida así contentaría a alguien que tenía la pequeñez del alma que le permitió alejarse de nuestro Señor.

Snape no mostró reacción a las burlas, pero observó a Rabastan con cara inmóvil. Harry escuchó un leve murmullo detrás de ellos, y miró por encima del hombro. La mayoría de la multitud del Torneo había ingresado. Harry podía distinguir a Krum, Fleur y sus antiguos rehenes cerca del frente. Zacharias Smith había encontrado a Hermione y estaba protestando con ella. Hermione lo ignoró por completo, con los ojos clavados en Rabastan. Harry se preguntó si estaba fascinada por la posibilidad de ver de cerca un Mortífago, o si quería ver a la persona que casi había asesinado a Connor enfrentar la justicia.

Draco lo miró a la cara, y Harry le dio una media sonrisa y le tocó el brazo antes de volver al interrogatorio.

—Quiero preguntarte esto sólo una vez, Rabastan —dijo Snape—. ¿Cómo llegaste a la escuela?

Rabastan resopló hacia él. —¿Y qué te hace pensar que voy a responder, Severus? —pareció un poco más audaz ahora. Tal vez la falta de tornillos lo consuele, pensó Harry—. Los secretos de nuestro Señor son sólo sus secretos, y preferiría ir a la cárcel antes que traicionarlos. Lo he hecho antes.

—Te enfrentaste a los interrogadores del Ministerio entonces —dijo Snape—. Aurores. Tal vez Inefables —giró su varita a través de unas pocas revoluciones flojas—. La diferencia, Rabastan, es que esta vez me enfrentas.

Rabastan inclinó su cabeza, sus ojos brillando. —No voy a decirte nada. Ya lo dije.

Snape se detuvo. Sin embargo, Harry podía sentir la fuerza en espiral reuniéndose en él, y no se sorprendió en absoluto cuando sólo dijo: —Lástima.