CAPÍTULO 44

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Llevaba más de una hora intentando conciliar el sueño en la cama de Thomas cuando escuché como la puerta se abría.

-Espero que entiendas que tienes que dormir en el sofá- dije sin girarme.

-Solo he entrado para asegurarme de que aún sigues aquí-dijo él.

Me giré lentamente y en la oscuridad le vi apoyado en una de las paredes, con su mirada clavada en mi.

-No tengo a dónde ir..-confesé- eso es todo.

Thomas asintió cogiendo un cojín de los que yo había dejado en el suelo y caminó de nuevo hacia la puerta.

Volví a tumbarme escuchando como salía y cerré los ojos con el corazón aún herido.

Pero mis ojos se abrieron de inmediato cuando escuché la puerta de la entrada abrirse y la voz de Agnes resonar en las paredes. Me incorporé y acerqué mi oreja a la pared con la intención de escuchar algo.

-¿Duermes en el sofá?-dijo Agnes.

Fruncí el ceño sin escuchar la respuesta de Thomas por culpa de los pasos de alguien en el pasillo, pero lo que sí logré escuchar sin duda alguna y de forma clara fue una carcajada de Thomas.

-¿Quieres una cerveza?-preguntó Agnes.

Escuchar eso fue suficiente para levantarme y dirigirme hacia la puerta que no tardé en abrir.

-Yo también quiero una-sonreí con falsedad- estoy muy sedienta.

Agnes borró la sonrisa de su rostro al verme en el pasillo y desvío la vista hacia Thomas.

-Pensé que ya se había ido-dijo.

Thomas le dió un trago a la cerveza y me miró, como solo él sabía hacer, derritiéndome por completo.

-Ella no se va a ningún lado-contestó.

Sentí como un cosquilleo invadió mi estómago y como mis mejillas se sonrojaban sin poder impedirlo.

-Thomas, estás cosas debes decidirlas con nosotros y no meter a cualquiera a…

-Los sé Agnes-la interrumpió sin apartar ni por un segundo los ojos de mí- créeme que lo sé muy bien, pero ella no es cualquiera.

No supe qué cara puso Agnes al escuchar aquellas palabras porque mis ojos se habían perdido en la infinidad estrellada que me ofrecían los ojos de Thomas.

-Es mi chica-terminó de decir- o al menos sé qué será mi chica.

Esbocé una sonrisa sin poder evitarlo viendo cómo él ponía los ojos en blanco.

-Me parece bien-dijo Agnes dejándo la cerveza encima de la mesa y pasando a mi lado como un torbellino para cerrar la puerta de su cuarto de un portazo.

Nosotros en cambio nos quedamos en silencio, mirándonos como si lo necesitáramos para vivir.

-Con que tú chica…-susurré al verle ponerse de pie.

-Solo mi chica me mandaría a dormir al sofá como acabas de hacer tú- bromeó acercándose a mí y rodeando mi cintura con sus manos- o mi futura chica.

Me reí olvidándome de mi enfado.

-Ahora dejaré de parecer enfadada si te digo que vengas a la cama…-susurré desviando la vista hacia sus labios.

-No si ponemos almohadas de por medio.

Escucharle decir eso me hizo soltar una sonora carcajada.

-¿Me invitas a la cama o te vas a hacer la dura?- preguntó pasando su dedo por mis labios.

-Pero pondremos almohadas- contesté- he visto como me miras y no quiero que te aproveches de mi.

La sonrisa de Thomas se intensificó y agarrándome con más fuerza de la cintura me levantó del suelo.

-Eso está hecho-dijo dándome ligeros besos en el cuello y la cabeza mientras abría la puerta de su habitación.

-No tienes ni idea del tiempo que llevo esperando que vuelvas a sanarme…-susurré cuándo me dejó en el suelo.

Su mano me acarició la mejilla y se deslizó hasta llegar a mi nuca atrayéndome más hacia él.

-Eres tú la que me sana, Ada- juntó su nariz con la mía y sonrió a escasos milímetros de mi boca- y no al revés.

Sentí sus labios rozar los míos y tragué saliva con nerviosismo sintiendo como su otra mano se aferraba a mi cintura pegando mi cuerpo al suyo sin dejar que el aire pasara.

Mordió mi labio inferior con suavidad para más tarde fundirnos en un beso como jamás me había dado Thomas. Un beso que me hizo sentirme en las nubes sin despegar los pies de la tierra, un beso que hizo que tirara de su mano y acabáramos encima de la cama sin separar nuestros labios ni por un segundo.

Me quitó la camiseta con sus dedos y con una rapidez asombrosa se deshizo de mi sujetador hundiendo la cabeza en mis pechos.

-No voy a poder ir despacio-dijo con voz ronca mientras se separaba ligeramente de mí- llevaba deseando este momento hace mucho tiempo y no creo ser capaz de….de ser delicado.

Me humedecí los labios y me acerqué a su oreja escuchando su respiración llena de excitación.

-No te he pedido que vayas despacio..-susurré.

Me bajé las bragas con rapidez y separé mis piernas esbozando una sonrisa tímida mientras observaba la mirada llena de deseo en los ojos de Thomas que ante mi invitación se levantó deshaciéndose de su ropa y cogiendo un preservativo del cajón de su mesilla de noche.

-No me gustaría que fueras despacio..-volví a susurrar encendiendo su deseo aún más.

Y entonces, Thomas volvió a acostarse encima de mí y antes de que pudiera reaccionar, me penetró hasta el fondo, haciéndome echar la cabeza hacia atrás llena de placer.

-Oh..-gemí sin poder evitarlo.

Él sonrió encima de mis labios mientras yo enrollaba mis piernas a su alrededor.

Y cuándo comenzó a moverse nos olvidamos de todo nuestro alrededor, de todo el tiempo que estuvimos separados y de los enfados tontos que habíamos tenido.

Éramos él y yo convertidos en un solo ser y gimiendo sin importarnos nada más. Con cada embestida que me daba Thomas sentía un fuego encenderse dentro de mi y eso solo provocó que no pudiera contenerme mucho tiempo, solté un grito que intenté ahogar mientras me arqueaba debajo de él. Todo el cuerpo me temblaba e intenté respirar con normalidad cuando Thomas jadeó con fuerza sacudiéndose dentro de mí mientras sus manos se aferraban a mis muslos, hasta que cayó encima de mí agotado.

-Ada, Ada…-susurró sin aliento haciéndose a un lado para dejarme respirar.

Se cubrió el rostro con un brazo mientras intentaba recuperarse y con la mano libre entrelazó nuestros dedos.

Y así nos quedamos, desnudos, con los cuerpos pegados mientras escuchábamos la respiración del otro como una nana que nos invitara a conciliar el sueño.

Y juro que llevaba años sin dormir tan bien.










LA FINA LÍNEA QUE NOS SEPARÓDonde viven las historias. Descúbrelo ahora