Había anochecido y yo sentada en el columpio que me construyó mi madre , me fijé en como mi padre reía sin apartar su mano de la de Margaret.
Feliz, esa era la palabra, felicidad era lo único que se reflejaba en su rostro y por mucho que Margaret no fuera santo de mi devoción, tenía que agradecerle aquél pequeño instante. ¿Hacía cuánto que no veía a mi padre así? Llevaba años sin escuchar su risa resonando en mis oídos.
-Podríamos haber sido tú y yo- Liam con una copa de champán se posicionó a mi derecha sin apartar la mirada de mi padre- creo que hubiera funcionado.
Sonreí con ironía.
-Algún día despertarás de este trance y entenderás que lo que sientes por mí no es más que obsesión- dije con sinceridad dejando de mirar a mi padre para clavar mi mirada en él- solo espero que cuando despiertes no sea demasiado tarde, cuando te des cuenta que nunca nos gustó escuchar la misma música, ni acudir a los mismos lugares, ni ver el mismo canal en la televisión, entonces despertarás.
Liam me devolvió la sonrisa bebiendo de su copa.
-Puedes ser, no lo voy a negar- dijo tras un breve silencio- pero sigo pensando que hubiera podido funcionar.
Puse los ojos en blanco e intenté ignorarle, centrando mi atención de nuevo en mi padre.
-Pero lo estropeaste prefiriendole a él-dijo llamando mi atención de nuevo.
Y cuando dirigí la vista hacia donde apuntaba Liam, lo vi.
Un traje negro, camisa blanca y una rosa en la mano mientras permanecía con la mirada perdida.
Habían pasado cuatro días, cuatro días desde que no había visto a Thomas y cuando sus ojos perdidos se posaron en los míos me puse de pie con el corazón encogido.
¿Qué me habría aconsejado hacer mi madre en aquél momento?
¿Me diría que me fuese y le rompiese el corazón como lo hizo él conmigo o me aconsejaría permanecer quieta?
Aparté la mirada de Thomas y volví a clavarla en mi padre al que hace varios segundos se le había borrado la sonrisa de la cara.
Angustiada eché a caminar, pero Thomas caminó hacia mí a paso acelerado y me frenó posicionándose en frente.
-Ada…
Me giré viendo de nuevo la reacción de mi padre.
¿Thomas se había vuelto loco?
-Ada…-volvió a llamar mi atención Thomas.
Solo en ese momento me fijé en cómo todos habían dejado de bailar para mirarnos, como si estuvieran esperando aquel momento durante toda la noche, como si la única que no sabía de qué iba eso era yo.
-Ada, te quiero- se quedó en silencio suspirando y pasó su dedo por mi mentón para obligarme a mirarle directamente a los ojos- te quiero.
-Thomas yo…
Giré de nuevo el rostro con nerviosismo viendo cómo Linda se posicionaba delante de Liam para que no se acercara a nosotros mientras que Margaret frenaba a mi padre agarrando con más fuerza su mano.
-Ada….
Mis ojos volvieron a posarse en Thomas. Estaba tan guapo, tan diferente, tan él….
-No entiendo nada…-susurré.
Y sonrió de medio lado, sonrió ignorando que había cientos de ojos encima de nosotros, sonrió ignorando que mi padre y Liam estaban deseando echarle a patadas de allí.
Y mientras yo le miraba confusa, él me puso la rosa que aún llevaba en la mano en el pelo mientras susurraba:
-Tranquila, céntrate en mi.
Trague saliva sin apartar ni por una milésima de segundo mis ojos de él.
-La primera vez que la besé - se giró dirigiéndose a todas las personas que se encontraban en el jardín de mi casa- llevaba una rosa igual a esta.
Volvió a mirarme mientras yo continuaba aún confusa.
¿Había perdido la cabeza?
-Ese día, el día que la besé, algo dentro de mí cambió, algo de mi comenzó a temerse lo peor.
-Thomas…
-Me estaba enamorado de una chica que no me convenía- puso los ojos en blanco- jamás estaría a su altura, eso solo iba a dificultarme la vida, de eso no cabía duda.
Sus ojos negros se clavaba en mi poniéndome nerviosa.
-Y si, sigo sin estar a su altura, solo hay que verla- esta vez se giró para mirar a los demás- es preciosa e inteligente. ¿Por qué seguía eligiendome?
Se encogió de hombros.
-Misterios de la vida-continuó hablando- aún así,siempre me he considerado valiente y atrevido.
Sonrió de nuevo y se humedeció los labios llevándose una mano al bolsillo.
-Por eso estoy aquí, porque mis padres me enseñaron a luchar por mis sueños, y sin lugar a duda Ada Brown es el mayor sueño que he podido tener.
Mis ojos se abrieron más que nunca viendo cómo se agachaba hincando una rodilla mientras abría una pequeña caja roja.
En su interior, un precioso anillo con una piedra circular que me recordó al anillo de mi madre, ese anillo con el que unió su vida para siempre a mi padre.
-Ada Brown, ¿Aceptarías a este capullo e idiota que solo sueña con que estés con él el resto de su vida?
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LA FINA LÍNEA QUE NOS SEPARÓ
Romance2° PARTE Ada se muda a Italia donde conoce a un atractivo chico que la hace olvidar todos sus fantasmas del pasado, pero cuando vuelve a Inglaterra para asistir a la boda de su padre, volverá a ver a Thomas Roth y tendrá que decidir entre amor o raz...