IV.

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Abby

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Abby

Terminé la llamada con Horner e, inmediatamente, fui a la habitación dónde Ethan estaba preparando su maleta. Se marchaba durante una semana a Estados Unidos por un viaje de trabajo y estaba ultimando todos los detalles.

-¿Quién era? -preguntó en el instante en el que entré en la habitación y me senté en el borde de la cama, mirando cómo organizaba todas sus cosas.

-Christian.

-¿Qué quería esta vez? No te deja tranquila ni en tus días libres -aquello era algo que Ethan jamás lograría entender. Christian jamás sería solamente mi jefe; él era como un segundo padre para mi. Él podría llamar siempre que quisiese.

-Me ha invitado a dormir mañana en su casa para ir juntos al aeropuerto al día siguiente. Sabe que no estarás aquí, así que me lo ha ofrecido para que no me sienta sola.

-¿Va alguien más? -preguntó sin levantar la mirada de la maleta, tratando de colocar todo de una manera precisa para poder tener más espacio.

-No lo ha mencionado.

-¿Y si va él? -suspiré, porque mientras mantenía la conversación con Christian había dudado entre si preguntarle o no por Max.

-Pues que vaya -respondí moviendo mis piernas con nerviosismo, porque sabía lo que estaba por venir.

-Sabes que no me gusta que esté cerca de ti -suspiré una vez más, y él levantó la mirada. Me miró a los ojos, con el ceño fruncido. -Accedí a volver a Inglaterra porque tenías que trabajar, accedí a que volvieses a la empresa porque es el trabajo de tus sueños, pero esto... No quiero que se acerque a ti.

-No pasa nada, Ethan. Está superado -traté de convencerlo pero, para ello, tenía que ser yo la primera en creerme mi propia mentira. -Max es el pasado.

-¿Max? ¿Desde cuándo has vuelto a decir su nombre? -bufé con pesar, cansada de mantener todo el rato la misma conversación. -Me parece genial que Christian sea como un padre para ti y que te invite a su casa, pero hay ciertos límites.

-Yo tengo mis propios límites, y sé lo que puedo hacer y lo que no.

-No vas a ir, Abby -esta vez fui yo la que frunció el ceño, extrañada por los límites a los que estaba llegando.

-Que seas mi prometido no te da derecho a decidir por mi.

-Que sea tu prometido significa que tienes que respetarme. No vas a ir a esa puta casa. Punto.

Una vez más, dio por finalizada la conversación. Sin tenerme en cuenta ni dejarme replicar, cerró su maleta y la arrastró a lo largo del pasillo. Y yo me quedé allí sentada, pensando en qué hacer. Porque, a pesar de la advertencia de Ethan, me moría por ir a casa de los Horner. Y, lo peor de todo, es que no me parecía una mala idea que Max estuviese allí.

Incontrolable | Max Verstappen +18 (Imparable Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora