Se separaron. Ella tomó el camino de la derecha, y él tomó el de la izquierda. Pero olvidaron que el mundo es redondo.
Libro 2 de la saga Imparable | Max Verstappen.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Montecarlo, Mónaco (12 de mayo del 2022)
Abby
-Joder, Abby -la voz de Max hizo que me voltease. Sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba a abajo, sin perder ni un solo detalle. Vi cómo tragaba saliva con dificultad para después morderse el labio inferior. Lo que fuese que rondaba en su cabeza en aquellos instantes, no era nada puro. Es más, diría que era completamente lo contrario. -¿Es necesario que te pongas ese vestido?
-Max, es solo un vestido negro de tirantes -reí acercándome a él para abrochar los últimos botones de su camisa blanca. Juraría que era la única que tenía, pues nunca le había visto usar otra. Sus manos rodearon mi cintura mientras una pequeña sonrisa se formaba en su rostro.
-Es muy corto... y muy ajustado -sabía lo que iba a pasar, porque se había repetido infinidad de veces en los últimos días. Sus manos bajaron a mis nalgas, apretándolas con fuerza para pegarme todavía más a su cuerpo.
-Es un vestido ajustado de algodón; es de lo más normal -respondí cruzando mis brazos por detrás de su cuello, poniéndome ligeramente de puntillas para dejar un casto beso sobre sus labios.
-A ti te sienta como un guante -su boca hambrienta bajó a mi cuello y yo cerré los ojos de forma instintiva. Sabía que no teníamos tiempo, que habíamos quedado para cenar en casa de Daniel; y, a pesar de vivir en frente, ya íbamos tarde.
-Espera... -murmuré entre dientes. Si no controlaba yo aquella situación, sabía perfectamente cómo terminaríamos. Así que, juntando todas las fuerzas que pude, me separé ligeramente de él, poniendo las manos en su pecho. -Cuando volvamos, ¿vale? Ahora no tenemos tiempo...
-Daniel no se va a enfadar porque lleguemos tarde -joder, estaba suplicando y, en el fondo, me encantaba. Me moría cada vez que me miraba de aquella manera, como si quisiese desnudarme en aquel mismo instante, olvidándose de todo lo demás. "Mente fría, Abby", me lo recordé a mi misma cuando trató de atacar mi cuello de nuevo.
-Ya llegamos tarde ahora mismo -empujé ligeramente su pecho una vez más, y él pareció darse por vencido porque echó la cabeza hacia atrás, resoplando en medio de una sonrisa. -Prometo compensarte al volver -dejé un beso rápido sobre sus labios antes de girarme hacia el espejo que había frente a mi.
Estaba en la habitación de Max que, en los últimos días, también se había convertido en mía. Ninguno de los dos había dado el paso ni tampoco había dicho nada de dormir juntos; simplemente había sucedido. Teníamos sexo, nos quedábamos abrazados, completamente desnudos, mientras hablábamos de la vida, y luego nos dormíamos. No había sido planeado; nos habíamos dejado llevar y había sucedido así.
Comencé a cepillar mi melena mientras Max me abrazaba por la espalda. Lo miré en el reflejo del espejo. Estaba increíble; tanto, que conseguía robarme el aliento. Se había peinado con la raya ligeramente hacia la derecha y la camisa blanca le aportaba una luminosidad a su rostro difícil de explicar.