Se separaron. Ella tomó el camino de la derecha, y él tomó el de la izquierda. Pero olvidaron que el mundo es redondo.
Libro 2 de la saga Imparable | Max Verstappen.
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Oxfordshire, Inglaterra (10 de enero de 2023)
Max
La observé mientras se miraba en el espejo, y me di cuenta de inmediato de que estaba nerviosa. Lo supe por la forma en la analizaba cada detalle de su vestimenta: un vestido blanco con pequeños lunares negros con una falda ligeramente vaporosa y la parte de arriba ajustaba a sus pechos.
Su suspiro de angustia me transmitió a mi el mismo sentimiento. Estaba agobiada, muy agobiada, y no era para menos. Ese día empezaba el juicio contra Ethan y, a pesar de que no lo había dicho, sabía perfectamente que le daba miedo volver a encontrarse con él.
Sus manos fueron a parar a su barriga, acariciándola con cuidado por encima de la tela del vestido, y no sé muy bien por qué pero sentí cómo el corazón se me arrugaba en el pecho. Era como una especie de presión que me hizo sentir increíblemente impotente.
Porque sabía que no podía hacer nada por evitar su sufrimiento. Había hecho lo correcto al denunciarle, y estaba haciendo lo correcto al presentarse al juicio por malos tratos. Y, aún así, me sentía como una mierda.
Todo el proceso había empezado hace meses, cuando la policía se había presentado en el hospital después de su crisis de ansiedad. Echando la vista atrás, ninguno de los dos habría imaginado que, en ese punto de nuestras vidas, estaríamos esperando a nuestra primera hija. Pero era así, y el hecho de que Abby estuviese embarazada tan solo hacía que la viese aún más vulnerable.
Se dio la vuelta, dando la espalda al espejo de la entrada, y sus ojos se clavaron en los míos. Me habría gustado decir que estaba fuerte, pero no era así. Su mirada transmitía miedo por lo que pudiese pasar.
-¿Estás bien? -pregunté a pesar de que ya sabía cuál sería su contestación. Y, efectivamente, ella negó varias veces, mordiendo su labio inferior y sin separar las manos de la barriga.
-No quiero que se acerque a nosotras -su susurro me hizo temblar de la rabia. El simple hecho de imaginar que Ethan podría acercarse a ella para hacerle algo, me hacía hervir la sangre.
-No lo va a hacer, porque yo voy a estar ahí, a vuestro lado -avancé hasta donde ella estaba y, con mis brazos, rodeé su cuerpo, dejando que hundiese su cara en mi pecho. Si aquello conseguía que se relajase aunque fuese un poco, yo ya me daría por satisfecho.
-Ya te dije que no hace falta que vengas... -susurró levantando un poco la mirada, clavando sus ojos en los míos.
-Me da igual, Abby. Voy a ir quieras o no -mi mano, casi como si se tratase de un reflejo, bajó hasta su barriga, acariciándola lentamente. Necesitaba tranquilizarse antes de salir de casa, y sabía que aquella era una de las formas de conseguirlo.
-Si nos encontramos con él...
-Cállate, Abby -pedí, porque me negaba a imaginar que él pudiera acercarse a Abby. -Vamos a ir, vas a contar todo por lo que has tenido que pasar y vamos a volver a casa los dos juntos. ¿Está bien?