XXXVII.

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Abby

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Abby

-Abby, ¿puedes hacer el favor de dejar de mover la puta pierna? Me estás poniendo histérico -murmuró Max, que estaba sentado a mi lado en la sala de espera del ginecólogo.

Finalmente, Max no había ganado en Singapur. Es más, había sido un puto desastre de carrera. El equipo se había equivocado durante la quali, Max había perdido los nervios durante la carrera y había terminado séptimo. Mentiría si dijese que no me alegré de que no lo consiguiese allí, sin mi. Y diría que él tampoco se había mostrado realmente afectado cuando llegó a casa al día siguiente. Es más, jamás había visto a Max tan relajado después de una carrera tan desastrosa.

-Estoy nerviosa -confesé, porque aquella primera ecografía había conseguido que no pegase ojo en toda la noche. Todavía podía recordar las palabras de Max, hora tras hora, pidiéndome que por favor durmiese. Pero era incapaz. No estaría tranquila hasta que me dijesen que todo estaba bien.

-¿Abigail Cooper? -me levanté de la silla como si tuviese un maldito resorte en el culo en cuanto escuché a aquella mujer decir mi nombre. Y Max no se quedó atrás, pues agarró mi mano y tiró de mi hasta la consulta. Sonreí, porque me encantaba saber que él también estaba emocionado. -Abigail, ¿verdad? -preguntó la mujer en cuanto entramos a la sala. Yo asentí, demasiado muerta de miedo como para siquiera poder responder. -¿Es tu primera ecografía?

-Sí. Me enteré hace casi tres semanas de que estaba embarazada -expliqué mientras sentía mi corazón bombeando con fuerza. De pronto, volvía a tener náuseas a pesar de que me había tomado la bendita pastilla. Y todo era por culpa de los nervios, porque me moría por saber que todo iba bien.

-Perfecto -dijo con una sonrisa tranquilizadora. -Puedes acostarte en la camilla. Levántate la camiseta y desabrocha el botón del pantalón, por favor -pidió de manera dulce, y yo lo hice sin esperar ni dos segundos. Estaba realmente emocionada.

Max me siguió cuando fui hacia la camilla, sentándose en una silla que había al lado de esta. Hice exactamente lo que la ginecóloga me había indicado, y me fijé en mi barriga. Todavía no había rastro de nada que pudiese parecerse a la barriga de una embarazada, pero a Max se le iluminaba la cara cada vez que la veía.

-Bueno... -susurró la ginecóloga, sentándose en una silla al otro lado de la camilla, encendiendo el aparato que usaría. -¿Nerviosa? -preguntó al borde de la risa cuando vio que era incapaz de dejar de mover las manos.

-Mucho -confesé riendo mientras ella agarraba un bote que tenía sobre la mesa donde también se encontraba la pantalla.

-Estará frío -avisó, pero aún así casi se me escapa un grito al notar el contacto del gel sobre mi piel.

Max y yo nos mantuvimos en silencio en cuanto ella comenzó a pasar el aparato por mi vientre, y juraría que fue porque ambos nos moríamos de miedo, porque nos costaba respirar solamente al imaginar que algo podría estar mal.

Incontrolable | Max Verstappen +18 (Imparable Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora