XXXIII.

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Abby

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Abby

-Max, tengo que hablar contigo -pedí persiguiéndolo por el pasillo del hospitality. Ese fin de semana era el Gran Prix de Zandvoort, y él tenía más compromisos que nunca. Todo el mundo quería una entrevista con él, unos minutos con el actual campeón del mundo.. Maldije mil veces el hecho de haber organizado tantos compromisos para él porque, ahora que lo necesitaba, no lo tenía para mi.

-Abby, no tengo tiempo ahora mismo. Tengo una entrevista con Ziggo, luego una con Sky Sports y luego con Dazn. Literalmente no tengo ni tiempo para respirar -dijo algo agotado, cuando el día no había hecho más que empezar. En el fondo me daba pena, pues sabía lo mucho que odiaba lidiar con la prensa.

-Ya, pero es que necesito decirte algo importante -se giró a mirarme en el instante en el que acabé la frase. Lo hizo con la boca entreabierta, esperando alguna explicación más. -Muy importante, diría yo -tomé una bocanada de aire, porque sentía que aquella mañana se me hacía más complicado respirar.

-¿Estás embarazada? -preguntó rápidamente, sin dar más rodeos. Pero yo negué con la cabeza. -Entonces, ¿qué pasa? -preguntó algo alarmado por el secretismo. Pero, ¿cómo le contabas a tu pareja la encerrona que estaba a punto de llevarse a cabo?

-¡Abigail, cariño! -la voz de mi madre resonó a lo largo del pasillo. Me giré para saludarla con la mano y la mejor de mis sonrisas. Venía agarrada del brazo de mi padre, que parecía estar más feliz de nunca. Y no era para menos, pues llevábamos al menos un mes sin vernos entre las carreras y algún que otro día que había pasado en Mónaco con Max. Volví a girarme para ver su cara, que parecía haber palidecido de golpe al darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

-Esto es lo que pasa. Son mis padres -aclaré en un susurro para que solamente él pudiese escucharme.

-Sí, ya me he dado cuenta -murmuró entre dientes, tratando de mostrar una sonrisa que ocultase el nerviosismo más que aparente. Tuve que controlarme para no reír, pues era realmente extraño ver a Max de aquella manera. -Podrías haberme avisado, ¿no? -habló sin perder la sonrisa.

-Yo también me enteré hace un rato -respondí en un susurro, también entre dientes como él había hecho.

El brazo de mi padre rodeó mis hombros, y yo sentí que me relajaba poco a poco. A pesar de que necesitaba vivir en mi propia casa, les había echado de menos. Y sabía que era algo mutuo. Era su única hija, y estar tanto tiempo separados podía ser realmente duro. Y llamarnos cada día no era algo que pudiese sustituir un abrazo.

-¿Cómo está mi niña? -preguntó mi padre, abrazándome sin esperar ni un segundo más. A pesar de mi nerviosismo, sonreí como hacía tiempo que no sonreír. Los había echado de menos.

-Estás guapísima, cariño -dijo mi madre separándonos a mi padre y a mi para poder abrazarme ella también. -Has engordado un poquito, ¿no?

-Gracias, mamá -respondí poniendo los ojos en blanco separándome poco a poco de ella.

Incontrolable | Max Verstappen +18 (Imparable Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora