LIII.

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Abby

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Abby

-¿Cómo están mis chicas? -preguntó Max tan pronto como atravesó la puerta de la entrada.

-Muy bien. Gracias por preocuparte -respondió Daniel, que había venido a hacerme compañía mientras que Max había ido a entrenar. Faltaba apenas una semana para que empezase la nueva temporada y el ejercicio físico iba en aumento.

Me incorporé ligeramente en el sofá, algo que hizo que saltase la alarma de Daniel, que apenas me había permitido moverme del sitio al que él me había trasladado. Y uso la palabra trasladar porque, efectivamente, me había llevado en brazos desde la cama hasta el salón. Se había tomado realmente en serio la tarea de cuidarnos tanto a Maddie como a mi.

-¿Qué es eso que traes ahí? -pregunté al ver que escondía algo detrás de la espalda. Max me miró sonriente, antes de enseñarme un enorme ramo de tulipanes blancos. Me mordí el labio inferior, intentando ocultar aquella sonrisa tonta que siempre lograba arrancarme.

-¿Te gustan? -me preguntó acercándose al sofá para entregármelas, no sin antes juntar sus labios con los míos.

-Me encantan, cariño -respondió Daniel por mi, que se ganó una mirada de desprecio por parte de su amigo.

-Vete a tu puta casa de una vez -contestó Max agarrando su brazo, tirando de él para que se levantase del sofá y empujar su cuerpo para obligarle a salir de casa.

Me encantaba verlos así, peleando entre risas. Max jamás se enfadaría con Daniel, y mucho menos después de que éste se quedase para acompañarme mientras él tenía que salir de casa. Sabía que estaría agradecido de por vida.

-¿Era necesario empujarle para echarlo? -pregunté riendo mientras acercaba las flores a la cara para poder olerlas.

-Era jodidamente necesario. Daniel puede llegar a ser un grano en el culo -negué con la cabeza, con una sonrisa plasmada en el rostro. Ellos dos podrían ser un dúo cómico si se lo proponían. -Además, tengo una sorpresa para ti -anunció acercándose hasta donde estaba, sentándose a mis pies en el sofá.

-¿Más? -pregunté pues, para mi, ya era más que necesario con las flores.

-Sí, más -aseguró acariciando mis piernas. -Hay algo que quiero hacer antes de que empiecen las carreras. Y, como tú no puedes moverte mucho, he decidido traerlo a casa.

Le miré con el ceño fruncido, completamente perdida. Su sonrisa fue apareciendo poco a poco, disfrutando de mi confusión. Le encantaba hacerme sentir de aquella manera; le encantaba descolocarme.

-Max, ¿qué has hecho?

En el mismo instante en el que las palabras abandonaron mi boca, el timbre de la casa sonó y la sonrisa de Max fue haciéndose cada vez más grande, En vez de responder, fue directamente hacia la puerta, a paso apurado y sin intención alguna de dejar de sonreír. Aquel día estaba realmente feliz, y yo estaba a punto de descubrir el porqué.

Incontrolable | Max Verstappen +18 (Imparable Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora