Se separaron. Ella tomó el camino de la derecha, y él tomó el de la izquierda. Pero olvidaron que el mundo es redondo.
Libro 2 de la saga Imparable | Max Verstappen.
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Abby
-¡Buenos días, cariño! -me saludó mi madre cuando bajé las escaleras para llegar al salón. La mayoría de las veces odiaba el hecho de que me saludase con tanta efusividad y tanta energía, pues yo carecía de entusiasmo a esas horas de la mañana. Pero aquel día era diferente; había dormido bien por primera vez en muchos días. Mi cerebro estaba dejando de traicionarme y ya podía descansar con más normalidad. -Ha llegado algo para ti -anunció señalando la mesa del salón.
Un ramo de lavanda.
No me hacía falta ver la nota que contendrían las flores para saber de quién se trataba. Solamente podía ser. La lavanda era nuestro color, nuestra especie de clave. Es por eso que sonreí tímidamente, mordiéndome el labio para intentar disimular. Pero ya era demasiado tarde, porque la mirada de mi padre me hizo saber que se había dado cuenta de lo que estaba pasando.
-Creo que me puedo hacer una idea de quién lo envía... -bromeó cuando yo me acerqué a la mesa para coger el ramo entre mis brazos.
Inhalé ligeramente, dejando que el aroma me invadiese. Jamás me cansaría de aquellos pequeños detalles que Max tenía de manera espontánea, sin necesidad de esperar a que hubiese una celebración especial. Simplemente le gustaba tener detalles en el momento más inesperado.
-Subo un momento a mi habitación -anuncié y, antes de que pudiesen responder, yo ya estaba corriendo escaleras arriba.
Necesitaba un poco de privacidad para leer la nota, para disfrutar de aquel pequeño detalle que ya había conseguido que me ablandase. Acababa de ser mi mejor despertar después de mucho tiempo.
Cerré la puerta de mi habitación y me tiré sobre la cama con el ramo en brazos. Con rapidez, cogí el pequeño sobrecito que había entre las flores. No me hacía falta abrirlo para saber que era suyo, pero necesitaba saber qué había escrito.
Lo abrí con cuidado para no romperlo; aquella era otra de las cosas que guardaría en nuestra caja. La había dejado en Mónaco, pero sabía que acabaría recuperándola. Tan solo era cuestión de tiempo que eso pasase. Mi sonrisa tan solo aumentó de tamaño cuando vi lo que había escrito.
Busca otro sobre entre las flores.
Espero que lo puedas disfrutar y que te ayude a relajarte.
Recupérate pronto, Abby.
Te quiero.
Rebusqué entre las flores hasta que encontré aquello que él había dicho. Era un sobre, esta vez un poco más grande que el que contenía su mensaje. Y, cuando lo abrí, sonreí como una auténtica idiota.
Un fin de semana en un spa.
De pronto, mis ganas por llamarle y agradecerle el gesto, fueron en aumento. Tuve que contenerme para no hacerlo; para no agarrar mi teléfono y marcar su número sin pensarlo dos veces. Porque me moría por volver a hablar con Max, por quedarme dormida en medio de nuestras interminables conversaciones, mientras nos abrazábamos desnudos.