XVI.

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Mónaco, Montecarlo (14 de mayo del 2022)

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Mónaco, Montecarlo (14 de mayo del 2022)

Abby

-No... -se lamentó Max. Se movió entre las sábanas, enrollándolas en su cuerpo, cuando me levanté de la cama, dejándolo solo. Me giré hacia él, con una pequeña sonrisa en mis labios. Era como un niño pequeño; siempre apurando todos los minutos posibles en cama. -¿Por qué tienes que levantarte ya?

-He quedado con Heidi. Voy a acompañarla a mirar cosas para el bebé -Max me miró enarcando una ceja, pero con una pequeña sonrisa ladeada. -¿Qué? -pregunté también sonriendo, porque era más que obvio que tenía algo que decir. Su sonrisa juguetona era imposible de ocultar.

-Nada, solamente me hace gracia que os llevéis tan bien de repente -agarró mi almohada y la puso encima de la suya, para quedar ligeramente incorporado. Bajó las sábanas hasta la cintura, dejando al descubierto su torso desnudo. Suspiré acordándome de la noche anterior, aquella en la que nos habíamos entregado el uno al otro, como cada noche.

-Necesito una amiga aquí, alguien que me escuche. Y ella es amable -expliqué lamiéndome los labios, con la mirada clavada en él; me fijé en su abdomen, en los músculos que lo formaban, el comienzo de la uve que se dejaba intuir donde empezaban sus caderas. Joder... era perfecto, y era mío. Y ya empezaba a arrepentirme de haber quedado con Heidi porque, de no ser así, ya estaría entrando de nuevo en la cama, perdiéndome en su cuerpo.

-Yo también te escucho -dijo extendiendo sus brazos, rogando con la mirada que volviese a estar entre ellos. Me mordí el labio, intentando controlar aquella sonrisa tonta que siempre lograba sacarme.

-Solo si estoy vestida -respondí antes de acercarme a él para dejar un corto beso sobre sus labios. Me miró con el ceño fruncido y los labios apretados en protesta por haberme retirado demasiado rápido para su gusto.

-Touché.

Acababa de despertarme, y no particularmente tarde, y aún así ya estaba sonriendo gracias a él. Nunca había sido una persona a la que le gustase madrugar, pero abrir los ojos y ver a Max a mi lado, completamente desnudo, lo cambiaba todo. Eran los mejores "buenos días" que alguien pudiese imaginar.

Me vestí rápidamente, arreglándome como pude, lavándome los dientes a toda prisa porque, seamos sinceros, había pasado demasiado tiempo en cama con Max y ya llegaba tarde; como siempre. En eso se había convertido nuestra rutina.

Agarré una manzana del frutero de la cocina, y empecé a comerla de inmediato mientras iba a la habitación para despedirme una vez más de él. Lo miré desde la puerta; me observaba desde su cama, todavía desnudo, haciendo que me replantease el motivo por el cual había quedado con Heidi. Y sabía que lo estaba haciendo a propósito. Ya hacía calor en Mónaco pero aunque hiciese frío jamás se habría vestido. Era una manera más de intentar conseguir su objetivo: que me quedase con él en cama toda la mañana.

Incontrolable | Max Verstappen +18 (Imparable Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora