XX.

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Montecarlo, Mónaco (29 de mayo del 2022)

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Montecarlo, Mónaco (29 de mayo del 2022)

Abby

Cuando entré en casa de Daniel, mi mundo se tambaleó un poco. Habían organizado una pequeña fiesta en la que celebrarían la noticia del embarazo así como la revelación del sexo del bebé. Lo hacían justo después de haberse celebrado la carrera de Mónaco, aquella en la que Max no había tenido demasiada suerte. Había quedado tercero, pero él jamás se conformaría con aquel puesto. Siempre decía que el segundo era el primero en perder, así que el tercero solo era peor.

Había dudado hasta el último minuto sobre si era buena idea acudir a aquella fiesta. Incluso había llamado a mi psicóloga, aquella que me había dicho que debía seguir mi vida con normalidad, intentando controlar mis nervios.

Aquello era complicado, sobre todo teniendo en cuenta que Max también estaba allí. Compartir espacio con él todavía se me hacía complicado. Tenerlo tan cerca cuando no debía hacer nada, parecía una especie de tortura. Pero sabía que debía pensar en mi, en mi bienestar, y eso implicaba mantenerme alejada de él.

Suspiré cogiendo una copa de champán, mientras que con la otra mano intentaba colocar bien mi vestido. Me había puesto el lavanda; aquel que también llevaba en nuestro encuentro en el despacho de Horner años atrás. Era como una especie de guiño que le dedicaba solamente a Max, para que fuese consciente de que no me estaba olvidando de él.

Lo busqué, recorriendo el salón con la mirada. No había mucha gente; era algo íntimo. Las únicas personas a las que conocía en aquel lugar eran Yuki, Pierre, Carlos, Charles y Horner. Éste último me había dedicado ya varias miradas y sonrisas cómplices, probablemente siendo consciente de mi nerviosismo.

Y esto solo empeoró cuando, finalmente, lo vi. Max cogió una copa de una de las mesas y la llevó a la boca. Sus labios carnosos envolvieron la cristal y yo me quedé mirándolo, completamente embobada. Deseaba con todas mis ganas ser aquella maldita copa, a pesar de que sabía que no debía hacerlo.

Su mirada se encontró con la mía, y su sonrisa pareció iluminar la sala. Enseñó su dentadura perfecta y, de forma instintiva, yo hice lo mismo. Empezó a andar hacia donde yo estaba, y juro que sentí cómo mi corazón daba un vuelco dentro del pecho. Fue una sensación completamente inexplicable. Era sencillamente abrumador. Mi día acababa de mejorar en un par de segundos solamente al ver su sonrisa y cómo se acercaba a mi.

-Hola... -saludé de forma tímida cuando llegó a mi. Eché algún mechón de pelo por detrás de mis orejas. Me sentía como una adolescente que tiene delante al chico que le gusta pero sabe que no puede dar el paso. Era jodidamente vergonzoso.

-Hola -respondió de forma firme pero cálida. Se hizo el silencio entre nosotros, pero esta vez no era incómodo. No era como nuestro encuentro en el ascensor; fue completamente distinto. No había tensión ni nada que pudiese parecérsele. Habíamos dejado las cosas claras en nuestra última llamada, y eso había conseguido que ambos estuviésemos más relajados.

Incontrolable | Max Verstappen +18 (Imparable Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora