XXXV.

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Abby

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Abby

-Abby, vamos, despierta -la voz de Max me hizo gruñir y él, con ambas manos, zarandeó ligeramente mi cuerpo para ayudarme a abrir los ojos poco a poco.

-Déjame cinco minutos más -pedí, porque estaba realmente cansada. Mi cuerpo no tenía nada de energía a pesar de que había dormido más de ocho horas.

-Ya te dejé cinco minutos más hace media hora -rio volviendo a moverme un poco más, quizá con la esperanza de que esta fuese la definitiva, que me levantaría sin protestar mucho más. -Abby, tenemos que ir al paddock -me recordó. Y, joder, me molestó porque sabía que tenía razón. Era sábado, día de la clasificación. Tanto el jueves como el viernes yo había quedado en el hotel. No me encontraba suficientemente bien ni como para levantarme de la cama y, hasta la clasificación, mi presencia allí no era esencial. Pero el sábado había llegado, y con él mi obligación de acudir.

-Joder... -protesté estirándome en la cama, abriendo los ojos poco a poco para ver que Max ya estaba vestido.

-¿Cómo te encuentras? -preguntó dejando un beso sobre mi mejilla, acariciando mi vientre por encima de la camiseta del pijama de seda que me había puesto la noche anterior. Sonreí inmediatamente cuando me di cuenta de aquel gesto. Todavía era incapaz de asumir todo lo que estaba sucediendo, pero ver a Max igual de contento e ilusionado que yo tan solo me daba más confianza.

-Un poco mejor que ayer -admití, pues al menos no estaba mareada.

-Eso tampoco es muy difícil -sus palabras me hicieron recordar el mismo momento en el que había abierto los ojos la mañana anterior, mareada como nunca antes, y había echado a correr hacia el baño. -Te he comprado algo en la farmacia -anunció tendiéndome una caja de pastillas. -Es para embarazadas; para los mareos y las náuseas. La mujer me ha dicho que las puedes tomar todos los días -me informó y, sin pensármelo, saqué una de ellas. La necesitaba como el mismo respirar.

-Gracias, Max -dije antes de dejar un corto beso sobre sus labios. Me fijé en él, en que ya estaba completamente vestido con la ropa del equipo y su ya mítica gorra, y después miré el reloj despertador que había sobre la mesilla. -Max, todavía son las nueve. ¿A qué hora te has levantado?

-A las siete. Me he levantado, duchado, vestido y he ido a la farmacia. No sabes las vueltas que he tenido que dar para encontrar una que estuviese abierta tan temprano -sonreí al darme cuenta de lo afortunada que era en ese momento porque, con aquel pequeño detalle, me estaba demostrando lo mucho que le importaba y lo implicado que estaba. -Vamos, levántate. Ya llegamos tarde -me recordó destapándome, quizá porque me había quedado embobada mirándole, preguntándome cómo era tan afortunada.

-Max... He estado pensando algo; sobre todo esto...

-No me asustes y suéltalo ya -pidió sonriendo de forma nerviosa, a pesar de que casi no me había dado ni tiempo a decírselo.

Incontrolable | Max Verstappen +18 (Imparable Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora