VI.

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Abby

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Abby

-Christian, para -pedí una vez más al ser consciente de cómo me estaba mirando.

Tenía aquella sonrisa en su rostro que me decía que podía imaginar lo que había sucedido hacía apenas unas horas antes en la habitación del hotel. Sus ojos viajaban de Max hasta mi, analizándonos a cada uno. Estábamos en el aeropuerto, esperando a ser llamados para embarcar. Max, por otra parte, tan solo esperaba a que su jet privado estuviese listo.

-¿Qué? No he dicho nada -respondió todavía más sonriente.

-No es lo que dices, es la manera en la que me estás mirando -Max tenía una pequeña sonrisa en su rostro que a pesar de intentar ocultarla, no lo estaba consiguiendo.

-Solo te estoy mirando... Igual es que tienes algo que contarme -dijo casi canturreando.

-No hay nada que contar -me apresuré a responder antes de que alguien se acercase a Max para avisarle de que todo estaba listo para su partida.

¿Cómo se suponía que debía despedirme de él? Seguía estando con Ethan; seguía siendo su prometida hasta que pudiésemos hablar cara a cara. Y, aún así, me moría por volver a besar a Max, por despedirme como solíamos hacerlo antes.

Antes de que pudiese procesarlo, sus brazos me envolvieron y me estrechó contra su pecho. Y yo me dejé abrazar, como si no hubiese pasado el tiempo, como si no hubiésemos estado separados aquellos tres años. Porque así es como me sentía; como si todo siguiese como siempre y nada ni nadie se hubiese interpuesto en nuestro camino. Porque yo había intentado hacer mi vida lejos de él y, claramente, no había sido capaz.

-Vamos a hacerlo bien esta vez, ¿vale? -lo susurró en mi oído e, inmediatamente, se me escapó una enorme sonrisa entre los labios.

-Hablaré con Ethan en cuanto vuelva a casa -sus brazos me abrazaron con más fuerza, como si no quisiese marcharse.

-Si pasa algo...

-Si pasa algo, Christian estará allí -dejó un beso sobre mi cabeza, justo como solía hacerlo en el pasado cada vez que nos separábamos. Y lo había echado de menos.

-Vale, pero si me necesitas sabes que sólo tienes que llamarme -un beso más sobre mi frente, que me hizo suspirar. Era una mezcla de alegría y tristeza. Alegría porque al fin todo parecía volver a su sitio, y tristeza porque habíamos tardado demasiado tiempo en regresar a donde debíamos haber estado todo ese tiempo.

Tuve que apretar mis labios, cerrarlos con fuerza, para resistir la tentación de besarlo delante de todo el mundo. Pero sabía que tenía que controlarme, que esta vez teníamos que hacer las cosas bien de una vez por todas. Así que, con una enorme sonrisa en nuestros labios, nos despedimos como pudimos, dándonos la mano, acariciándonos, abrazándonos sin parar; todo bajo la atenta mirada de Horner, que parecía estar analizando cada movimiento. Y poco tardó en hablar una vez Max se marchó.

Incontrolable | Max Verstappen +18 (Imparable Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora