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Abby

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Abby

Montecarlo, Mónaco (25 de abril del 2022)

-En serio, Abby... ¿Por qué no lo dejas ya? Llevas horas sacando cosas de las cajas -protestó Max, que se había cambiado para ponerse su ropa de deporte. La camiseta de licra se ajustaba perfectamente a su torso, mostrando todos y cada uno de sus músculos perfectamente definidos. Mentiría si dijese que no se me pasaron innumerables escenarios indecentes por mi cabeza.

-Odio las mudanzas, así que prefiero terminar cuanto antes -respondí, volviendo a centrarme en la caja con libros que tenía frente a mi. Estaba sentada sobre la alfombra del salón, con la espalda apoyada en el sofá, mientras inspeccionaba todas y cada una de las novelas que había llevado conmigo.

-¿Por qué no vienes conmigo? -me invitó, y yo volvía a recorrer su cuerpo con mi mirada. Estaba completamente preparado para hacer ejercicio, y aquello era algo que no iba mucho conmigo.

-Max... El deporte y yo jamás nos hemos llevado bien -él sonrió, y juraría que consiguió iluminar aquel salón cuando faltaba apenas una hora para el atardecer.

-Es tan solo salir a correr. Eso lo sabe hacer cualquiera.

-Sé cómo correr, pero la resistencia es otro asunto -contesté, centrándome de nuevo en los libros que tenía frente a mi.

-¡Vamos, Abby! Necesitas distraerte, y el ejercicio es la mejor opción -bufé, dejando otro libro sobre la alfombra, ya algo cansada.

-Ni siquiera tengo ropa de deporte -contesté con la intención de que aquello fuese más que suficiente como para que se diese por vencido.

-Te dejo un pantalón corto mío -ofreció con una pequeña sonrisa, tendiéndome la mano para levantarme de la alfombra. -Vamos, Abby... Solo será un rato y te vendrá bien tomar un poco el aire.

Suspiré una vez más, pensando en cuáles eran mis posibilidades. Tan solo tenía dos; la primera era quedarme horas y horas organizando cada artículo que había en las cajas, y la segunda era salir a hacer deporte con Max. No me gustaba especialmente correr pero, seamos honestos... era con Max, y aquello lo mejoraba todo. Así que agarré su mano sin pensarlo mucho más, y su sonrisa se expandió todavía más mientras tiraba de mi para levantarme.

-Te gustará, ya lo verás -prometió antes de desaparecer por el pasillo en busca de alguna prenda de ropa que pudiese serme útil.

Sonreí yo también, porque era consciente de la ilusión que le hacía que fuese con él. Me gustaba verlo feliz, sonriente, después de tanto tiempo. Después de haberlo visto llorar, borracho en su habitación de hotel, verlo resurgir de aquella manera... me producía escalofríos. El saber el poder que teníamos el uno sobre el otro era sorprendente.

Así que, con el objetivo de distraerme un poco y tomar el aire, me vestí con aquellos pantalones negros de deporte a los que Max llamaba "cortos" y a mi me llegaban hasta la altura de las rodillas, algo que provocó alguna carcajada por su parte. Y así, entre risas debido a mi aspecto, salimos de casa y emprendimos nuestro camino.

Incontrolable | Max Verstappen +18 (Imparable Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora