7. El año pasado

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—Qué tal cariño— preguntó mi madre mientras venía a darme dos besos

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—Qué tal cariño— preguntó mi madre mientras venía a darme dos besos.

Ya habían venido mis padres, le dije a Gavi y a Pedri que se fueran porque necesitaba hablar con mis padres a solas y que cuando terminase que subieran.

—Tu hermano ya se ha ido ¿no?— preguntó mi padre.

—Sí— pausé —tengo que contaros una cosa, y es muy importante—.

—No nos asustes— dijo mi madre preocupada.

—Dentro de lo que cabe puede llegar a ser buena— miré al suelo —A ver, como empiezo yo esto... — me mordí los labios mirando para arriba —Necesito que no me interrumpáis en ningún momento por favor— pedí.

—No, no— dijeron los dos.

—Voy a empezar desde el principio, el año pasado, cuando falleció el tito, ya sabéis que las voces se corrieron por todo el barrio, incluso llegaron a vuestros trabajos, a mi instituto, etc. Era normal que todo estuviese yendo así por la manera en la que murió el tito pero el problema llegó cuando, por lo menos yo, empecé a darle pena a todo el mundo, los maestros me dejaban pasar cualquier cosa con tal de no regañarme, me salieron amigos por todos lados, la gente hablaba de mí sin importarles si estaba al lado suya o no. Hasta que llegué a un punto en el que ya no quería ir a clases, en los recreos me metía en el baño a comer si es que comía, y solo quería estar en casa. Cuando llegaba a casa, se acababan las voces de los demás pero empezaban las mías, lo pasé muy mal por la muerte del tito, él era como mi segundo padre y que se me fuese así, de un día para otro, no me sentó nada bien. No había noche que no me acordase del tito, todas las noches me quedaba llorando hasta las tantas, dejé de salir tanto con mis amigos, aunque es verdad que ya les pedí perdón por mis actitudes y a día de hoy seguimos siendo amigos. Cuando os ibais a trabajar y mi hermano no estaba, no comía, solo comía cuando estaba con alguien. Incluso llegué a hacerme marcas en los brazos— me remangué — Mirad— mis padres me cogieron los brazos —eso sí, ya no he vuelto a hacerme más. Bueno, ahora viene lo bueno entre comillas, creen que ya saben lo que tengo—.

—Menos mal que hay algo bueno— dijo mi madre casi al punto de llorar.

—Me han dicho que tengo el síndrome de Meniere— me miraron con caras muy preocupadas —no os preocupéis, yo también me quedé así, dicen que cuando alguien desarrolla unos malos hábitos de vida como los que yo desarrollé el año pasado, no comer, estar todo el día en casa, no dormir... eso, provoca ciertas consecuencias como las que estoy sufriendo actualmente, lo de los mareos viene de eso, y pues me han dicho que tiene tratamiento esto, así que me lo pondré—.

—¿Y si no tienes el síndrome y te pones el tratamiento que pasa?— preguntó mi padre.

—No pasa nada, y si lo tengo y sí me pongo el tratamiento lo único que me va a pasar es que me dan efectos secundarios, no sé cuáles son pero prefiero ponerme el tratamiento para terminar ya con todo esto, además si llegase a tener el síndrome este y no me pusiese el tratamiento todo iría a peor—.

—Pues póntelo entonces, dónde esta Irene— preguntó mi madre.

—No lo sé, ¿la llamo?—.

—Sí— respondió mi padre.

Llamé a Irene y le dije que viniese para acá, cuando terminé la llamada, me di cuenta de que no podía avisar ni a Pedri ni a Gavi, porque no tenía el número de ninguno de los dos. Pensar en eso me dio risa.

—¿De qué te ríes?— dijo mi madre.

—Es que os vais a reír— reí otra vez —¿Os acordáis del chico este que estaba aquí al lado mía?—.

—Sí, de Gavi ¿no?— dijo mi padre.

—Sí, pues les he dicho a el y a Pedri que bajasen abajo mientras yo hablaba con vosotros pero es que no tengo ninguna manera para contactar con ellos y decirles que suban—.

—¿También ha venido Pedri?—.

—Sí y mañana puede que venga un tal Ferran—.

—Van a venir todos los del Barça o qué— preguntó mi padre feliz.

—No lo sé pero no le pidáis mas fotos a nadie por favor os lo pido eh—.

Cuando terminé esa frase, entraron en la habitación un hombre y una mujer. Mis padres y yo nos quedamos cortados porque no sabíamos quiénes eran.

—Perdona, ¿sabéis donde esta mi hijo?— preguntó la mujer.

—¿Quién es tu hijo?— pregunté.

—Pablo—.

Continuará...

Continuará

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(𝐍𝐨)𝐬(𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬) || GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora