Estuve un rato con Gavi antes de volver al hospital.
Al entrar, los chicos nos miraron con preocupación. Me senté junto a Ferran, quien puso un brazo sobre mi hombro.
—¿Cómo estás?— preguntó.
—Mejor— mentí, no quería que se preocuparan por mí más de lo que ya estaban.
Pasaron varias horas y no nos decían nada. La espera me estaba matando.
—¿No va a venir nadie o qué?— pregunté con rabia.
—Tienen que estar al llegar— respondió Pedri.
—Llevamos un buen rato esperando— me quejé.
—Lo...— intentó hablar Pedri pero Ansu lo interrumpió.
—Ahí viene uno, a ver...— comentó con esperanza.
Un doctor se acercó y preguntó:
—¿Familia de Guillermo?—.
—Yo— respondí, levantándome. Mi voz temblaba de lo nerviosa que estaba.
—La situación es muy grave— dijo el doctor con expresión seria. —Su intoxicación alcohólica es severa y ha afectado varios órganos, como los riñones y el hígado. Para poder estabilizarlo, hemos tenido que inducirlo a un coma—.
—¿Un coma?— repetí incrédula.
El doctor asintió con solemnidad.
—Sí, es una medida necesaria para permitir que su cuerpo se recupere y responda al tratamiento. Las próximas 48 horas serán cruciales.
No podía creer lo que estaba pasando. Empecé a llorar desconsoladamente. Los chicos estaban igual que yo, solamente que preferían no derrumbarse ahí mismo.
—¿Puedo verlo?— pregunté casi en un susurro.
—Solo por unos minutos y de uno en uno— respondió el doctor. —Está en cuidados intensivos—.
Me dirigí a la sala de cuidados intensivos. Al entrar, lo vi conectado a varios monitores y tubos. Se veía tan frágil, tan diferente del Guillermo que yo conocía.
Me acerqué a la cama y le tomé la mano.
—Guille, tienes que salir de esta, por favor— susurré mientras las lágrimas caían. —Te necesitamos todos, y yo la primera— me quité las lágrimas.
No sabía si podía escucharme, pero esperaba que mis palabras le llegaran de alguna manera.
Después de un rato, sentí una mano en mi hombro. Era Pedri.
—Es mi turno— dijo suavemente.
Aunque no quería irme de allí, asentí y, con esfuerzo, me aparté. Sabía que tenía que ser fuerte, pero me sentía más débil que nunca. Salí de la habitación y me desplomé en una silla del pasillo, donde Ferran, Gavi, Balde y Ansu me esperaban. Mi respiración se volvió irregular y sentí que me me faltaba el aire. El pánico se apoderó de mí y todo a mi alrededor comenzó a desvanecerse en un torbellino de miedo y desesperación.
—¿Estás bien?— preguntó Ferran.
—No puedo... no puedo...— intenté decir, pero las palabras no salían.
Ferran y Gavi se acercaron rápidamente, pero sus voces parecían lejanas, como si estuvieran hablando desde el fondo de un túnel. Mi visión se nubló y el mareo se intensificó. Justo cuando sentía que iba a perder el control, una doctora se apresuró hacia mí.
—Tranquila, respira profundo— me dijo con voz calmada mientras me tomaba de los hombros.
—No puedo...— repetí, mi voz temblando mientras el mundo a mi alrededor se oscurecía.
—Respira conmigo, inhala... exhala...— insistió la doctora, tratando de estabilizar mi respiración.
Intenté seguir sus instrucciones, pero no podía. Sentí un fuerte dolor en el pecho y luego todo se volvió negro.
Cuando volví a abrir los ojos, estaba en una camilla en una sala diferente, con la doctora y Gavi a mi lado. Mi cabeza daba vueltas y me sentía increíblemente débil.
—¿Sophia?— me miró —¿Como estás?— preguntó.
—Mareada— dije casi en un susurro.
—Tuviste un ataque de ansiedad muy fuerte— explicó la doctora suavemente. —Te desmayaste, pero ahora estás en un lugar seguro. Debes tratar de mantener la calma y descansar—.
Gavi me tomó de la mano, su expresión llena de preocupación.
—Vamos a casa y duermes un poco— dijo.
—Ni de coña dejo aquí a mi hermano solo—.
—Le hemos contado a Pedri lo que te ha pasado y se ha ofrecido a quedarse esta noche—.
—Pero quiero quedarme yo— insistí.
—Necesitas dormir—.
—¿Crees que voy a poder dormir?— pregunté con la voz temblorosa.
Estaba muy sensible. No podía evitar llorar a cada rato.
—Claro, me voy a encargar de eso—.
No quería seguir hablando porque volvería a llorar.
Gavi me ayudó a levantarme de la camilla y, con una mano en mi espalda, me guió suavemente hacia la salida del hospital. Sentía que cada paso era un esfuerzo monumental, pero su presencia me daba una sensación de calma y seguridad.
Llegamos a casa y Gavi me acompañó hasta mi habitación. Me ayudó a acostarme y se sentó en el borde de la cama, sin soltar mi mano.
—Intenta relajarte— dijo en voz baja.
—No sé si puedo— susurré, sintiendo aún el peso del pánico en mi pecho.
—Si puedes— intentó animarme —cierra los ojos y respira despacio—.
Lo intenté.
—¿Puedes quedarte a dormir conmigo?— le pregunté abriendo los ojos.
El asintió. Fue a quitarse la camiseta pero paró mientras lo hacía.
—¿Puedo?— preguntó.
—Claro—.
Y terminó quitándose la camiseta. Después se tumbó en la cama conmigo y se tapó.
—Es que no quiero dormir sola— le comenté y cerré los ojos.
Gavi empezó a acariciarme la cabeza de manera lenta y rítmica. Al principio, seguía preocupada por Guille, pero poco a poco, las caricias de Gavi me fueron tranquilizando. Sus dedos se movían suavemente, dándome una sensación de consuelo que no había sentido en mucho tiempo.
Mi cuerpo empezó a relajarse gradualmente y mi respiración se volvió más profunda y regular.
—Gracias— logré decir antes de quedarme dormida.
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(𝐍𝐨)𝐬(𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬) || Gavi
Fanfiction¿𝐍𝐨 𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐨 𝐧𝐨 𝐨𝐭𝐫𝐚𝐬? Sophia Birlem, una chica que está ingresada por una enfermedad no diagnosticada va a conocer a un chico que viene al hospital por un golpe en la cabeza. ¿Estarán destinados a estar juntos o se quedará todo en un...