¿𝐍𝐨 𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐨 𝐧𝐨 𝐨𝐭𝐫𝐚𝐬?
Sophia Birlem, una chica que está ingresada por una enfermedad no diagnosticada va a conocer a un chico que viene al hospital por un golpe en la cabeza. ¿Estarán destinados a estar juntos o se quedará todo en un...
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¡PIIIIIIIII!
Habían pegado al portero pero la verdad es que no iba a levantarme, tenía mucho sueño. Ayer me acosté muy tarde viendo Aquí no hay quién viva.
¡PIIIIIIII!
—¿Quién coño es?— pregunté enfadada mientras me levantaba.
Me levanté a ver quién era y me encontré a mi hermano en el salón, sentado en el sofá y viendo la tele.
—¿Tu no escuchas el portero?— le pregunté enfadada.
—Sí— afirmó —Pero es que no quería levantarme—.
—¿Y yo sí?— dije molesta dirigiéndome al portero.
Cogí el telefonillo y me lo puse en la oreja.
—¿Quién es?— pregunté de malas maneras.
—Abre enfadona— respondieron por el otro lado.
Mira, esto no podía ser verdad.
Le abrí sin decirle nada más. Después abrí la puerta y me quedé apoyada en ella con los brazos cruzados esperando a que Gavi subiera. Este tardó unos minutos porque cogió el ascensor.
—¿Te acabo de despertar?— preguntó riéndose nada más ver mis pintas.
—¿Tu qué crees?— le pregunté aún con los brazos cruzados.
—Dame un abrazo anda— dijo riéndose mientras abría los brazos.
Después de darle un abrazo, lo dejé pasar y cerré la puerta.
—Bueno— pausé —Y a todo esto... ¿Como sabes que vivimos aquí?— le pregunté.
—¿Por qué te trajimos el otro día?— respondió obvio mientras se sentaba en el sofá con mi hermano.
—No— rectifiqué —Digo que cómo sabes la planta y la letra en la que vivimos—.
—Porque en los buzones salen vuestros nombres— respondió riéndose.
—¿Habías entrado antes de que te abriera?— le pregunté.
—Exacto—.
—¿Entonces para qué pegas? ¿Para despertarme o qué?—.
—Que dices— me negó con la mano —Que iba a saber yo que estabas dormida— pausó —de todas formas son las doce, a esta hora ya tendrías que estar levantada— se justificó con una sonrisa.
—Ejem...— tosí falsamente mirándolo —Que yo se de quién se levanta a las cinco de la tarde un miércoles— le di un golpecito en el hombro después de recalcar la palabra "miércoles"
El solo se rió. Después me senté al lado de Gavi y nos pusimos los tres a ver la tele.
—¿Me puedo quedar a comer?— preguntó Gavi cuando llegó la hora de comer.
