8. Las cosas nuevas

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—¿Pablo?— pregunté sorprendida —Está abajo con Pedri—

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—¿Pablo?— pregunté sorprendida —Está abajo con Pedri—.

—Vale, muchas gracias— respondió la madre.

—Denada, adiós— respondí.

—Adiós— dijeron los dos y se fueron.

Mis padres y yo nos miramos.

—Esos eran los padres de Gavi ¿no?— preguntó mi padre.

—Supongo— respondí yo.

Irene vino después de esa conversación. Mi madre la llamó porque quería darle el consentimiento para empezar el tratamiento y así hizo. Empezaba mañana el tratamiento. Irene para tranquilizarme me explicó los efectos secundarios, pero no eran tan graves como me esperaba, a mi me asustaba que fuese como una quimioterapia pero solo me daba sueño, me quitaba el apetito, alguna que otra náusea o incluso vomito y también me hacía estar cansada.

Después estuve hablando un rato con mis padres. Al haberles contado eso me sentía mucho mejor con ellos, es como si me hubiera quitado un peso de encima, aunque creo que se lo han tomado bastante bien, mejor de lo que esperaba.

Después mis padres se fueron porque se acabó la hora de visita y me quedé sola. Gavi subió solo también.

—Hola— dijo al entrar con una sonrisa.

—Hola— le respondí con una sonrisa.

—¿Le has dicho tu a mis padres que estaba abajo?— preguntó.

—Sí, es que habían venido aquí arriba y te estaban buscando, entonces se lo he dicho—.

—Muchas gracias— sonrió — ¿Les has dicho eso a tus padres?— preguntó.

—Sí—.

—Y qué— preguntó.

—Se lo han tomado mejor de lo que me esperaba, me creía que iban a regañarme o iban a decirme algo pero no, me han entendido y hemos estado hablando un rato—.

—Pues que bien ¿no?—.

—Bastante— sonreí.

—¿Vas a ponerte el tratamiento entonces?—.

—Sí, empiezo mañana— suspiré.

—Tranquila eh— dijo riéndose.

—Ya, ya—.

Al día siguiente...
Me levanté a las once de la mañana. Tenía que ir a ponerme el tratamiento a las doce, entonces fui a ducharme. Estaba súper nerviosa. Cuando salí de la ducha me puse otro pijama y salí con los pelos mojados.

Me senté en la cama y me puse con el móvil a esperar. No quise levantar a mi hermano porque se le veía muy cómodo durmiendo.

—Buenos días— dijo Gavi mientras bostezaba.

—Buenos días— le respondí.

—Que, qué tal has dormido— preguntó.

—Bueno, un poco mal, ayer me acosté un poco tarde porque no podía dormir de los nervios— apagué el móvil.

—Pero por qué te pones nerviosa si sabes que no te va a pasar nada— dijo Gavi.

—No sé, es algo nuevo y no me gusta—.

—Las cosas nuevas a veces sorprenden— dijo Gavi con una sonrisa.

—No sé— entrelacé mis dedos.

Más tarde vino Carmen a acompañarme al tratamiento.

—¿Quieres que te acompañe alguien?— me preguntó.

—¿Podía acompañarme alguien?— pregunté sorprendida.

—Claro— respondió Carmen.

—Mi hermano esta dormido— respondí.

—¿Quieres que te acompañe yo?— se ofreció Gavi.

—¿El puede venir?— le pregunté a Carmen.

—¿Tiene que hacerse alguna prueba?— me preguntó esta y yo miré a Gavi.

—No— respondió él.

—Pues vente— le indicó con la mano.

Carmen empezó a andar un poco antes para que la siguiésemos y yo esperé a que Gavi pasará por la puerta que es donde estaba yo para empezar a andar los dos juntos.

—¿De verdad no tienes que hacerte nada?— le pregunté un poco más bajito para que Carmen no nos escuchase.

—Sí que tengo que hacerme algo— dijo riéndose —pero le he dicho que no porque estás muy nerviosa y no voy a dejarte sola—.

—¿Y ahora que vas a hacer?—.

—Ya me las apañaré con Irene, seguro que me busca un hueco esta tarde—.

—No habléis tanto y andar más rápido anda— dijo Carmen riéndose.

Cuando llegamos, llegamos a una sala que no estaba muy llena pero algo de gente había. Cuando entramos, casi todos se nos quedaron mirando, creo que era por la persona que tenía a mi derecha, Gavi.

Me senté en una silla azul y no había ninguna silla alrededor para Gavi.

—Carmen perdona— esta se dio la vuelta —Me puedes traer una silla por favor— pidió.

—Claro— respondió.

Al rato trajeron la silla y Gavi se sentó al lado mía. Carmen me explicó los efectos secundarios aunque yo ya los sabía gracias a Irene. También me recalcó que no debía beber alcohol, ni fumar porque se anula el tratamiento.

—¿Estás nerviosa?— preguntó Gavi.

—No— mentí.

—Como que no— rió —mira como te esta temblando la pierna—.

—Si lo sabes entonces para qué preguntas tío— dije riéndome mientras me tapaba la boca con la mano.

—¿Quieres darme la mano para estar más tranquila?—.

—¿No te importa?— pregunté —Hay gente aquí—.

—A mi eso me da igual, mientras no me estrujes la mano— dijo riéndose.

—Tranquilo que no— sonreí y le di la mano. Puse mi mano encima de la suya y entrelacé nuestros dedos.

 Puse mi mano encima de la suya y entrelacé nuestros dedos

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(𝐍𝐨)𝐬(𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬) || GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora