70. No voy a apartarme

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Al día siguiente me desperté y Gavi se encontraba en la silla de mi escritorio con el móvil. Tenía una una expresión serena pero alerta. Al verme despierta me sonrió.

—¿Cómo estás?— preguntó.

—Un poco mejor— respondí, incorporándome con esfuerzo. —Gracias por quedarte conmigo anoche— le agradecí.

—No tienes que darlas— dijo, acercándose y sentándose al borde de la cama. —¿Has dormido bien?—.

—Sí— admití.

Después de eso hubo un momento de silencio, cómodo y reconfortante.

—¿Quieres desayunar?— preguntó.

—Vale— le respondí levantándome.

No tenía muchas ganas pero tenía que comer. Nos fuimos a la cocina a hacernos cada uno nuestro desayuno.

—¿Sabes en lo que no he podido dejar de pensar en toda la noche?— le dije yo.

—¿En qué?— preguntó quitando su pan de la tostadora y colocándolo en el plato.

—En por qué cuando llegó a casa siguió bebiendo más—.

—Eso es algo que no podemos saber todavía— me respondió.

—Ya, pero tío, todo en su vida va bien, está terminando la carrera, tiene novia— Gavi me cortó.

—¿No crees que habrá sido por Ainara?— preguntó.

—¿Con ella por qué?— le pregunté.

—Ese fue el último sitio en el que estuvo— me explicó.

—No creo que sea por ella, tampoco sabemos a lo que fue—.

—¿Para que se fuera del cumpleaños de su amigo?— preguntó. —nada bueno—.

—Tiene sentido lo que estas diciendo, pero no me imagino a mi hermano así por una chica—.

—Ya le preguntarás cuando despierte—.

—Ojalá lo haga pronto— dije apenada.

—Ya veras como sí— respondió sonriendo mientras pasaba por mi lado con su desayuno.

Nos fuimos al salón y desayunamos.

—Joder, me da mucha vergüenza pedirte esto— comencé a hablar después de tragar.

—¿Vergüenza por qué?— preguntó Gavi riéndose.

—No sé, pero el tema es que no quiero estar sola hoy— murmuré. —¿Podrías quedarte un poco más?— se lo pedí mirándolo.

Él me miró con ternura y asintió.

—Claro— aseguró —siempre que quieras que me quede lo haré—.

No sabéis el alivio que sentí al escuchar eso. Saber que no iba a estar sola con mis pensamientos y mis miedos me era de gran consuelo.

—Gracias—.

Después de desayunar le dije a Gavi de ir al hospital y fuimos. Al llegar ya no estaban los chicos, estaban mis padres, supongo que les avisaría Gavi.

—Sophia— dijo mi madre, levantándose y abrazándome con fuerza. —¿Estás bien?—.

—Sí—

Mi padre me miró con una expresión de dolor y preocupación, pero no dijo nada. Nos sentamos en la sala de espera, pasaron unas horas y, finalmente, el doctor salió de la sala de cuidados intensivos. Se acercó a nosotros con una expresión seria pero un poco más esperanzadora que ayer.

(𝐍𝐨)𝐬(𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬) || GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora