80. Tiempo para todo

295 16 0
                                    

Al día siguiente...
Me levanté en mi cama y Gavi no estaba a mi lado. Como no quería levantarme volví a cerrar los ojos, pero al par de minutos, cuando estaba apunto de dormirme otra vez, una voz sonó por la puerta.

—Buenos días—.

Abrí los ojos y Gavi estaba yendo para nuestra terraza, puso una bandeja con dos desayunos encima de una mesa.

—Quiero dormir Gavi— le dije porque se estaba acercando a mí.

—Sophia... que te he hecho el desayuno, no me hagas esto— rió.

Yo me reí.

—Joe— me puse bien y me froté los ojos con las manos. Tenía mucho sueño.

Salimos a fuera y nos sentamos en el sofá que había en frente de la mesa, teníamos unas vistas increíbles. Encima estaba saliendo el sol, el cielo estaba precioso.

—¿Pero qué hora es Gavi?— le pregunté —si todavía no ha amanecido—.

—Las ocho de la mañana— sonrió —Quería desayunar con estas vistas y con un amanecer—.

Yo acepté y cogí una tostada. Estábamos los dos callados mirando hacia delante, se estaba tan bien, pero hacía un poco de frío.

—Voy a por una sudadera— me levanté —que sino me muero de frío—.

—En la silla hay una mía, si quieres— me dijo.

La verdad es que me daba pereza buscar la mía, yo todavía no había deshecho mi maleta y tendría que buscarla, así que cogí la de Gavi.

—No te puse nada más gordo para dormir porque te quedaste dormida encima mía y no quería despertarte—.

—Ya, ya— le dije —me gustó lo que le dijiste a Pedri de mí—.

—¿Estabas despierta?— preguntó en un tono divertido.

—Sí— le respondí sentándome —y ser del madrid no es ningún defecto— reí.

—Un poco sí ¿no?—.

—No—.

—Pero lo demás era todo verdad, y quiero que lo sepas siempre, aunque no te lo diga—.

—Te quiero— le di un beso en la mejilla.

Seguimos desayunando y sacamos otro tema de conversación.

—¿Vendrás a Málaga a verme?— le pregunté.

—Cuando tenga tiempo y baje a Sevilla— me respondió —Algún día te vendrás a mi casa ¿no?— rió —No has estado nunca—.

—¿Como voy majo?— le pregunté —no tengo coche—.

—En tren—.

—La feria es ya mismo ¿no?—.

—Sí— respondió —el 23–.

—Pero tú no puedes ir ¿no?— lo miré y el negó con la cabeza sin dejar de sonreír —Joder—.

—¿Que hago?— preguntó riéndose.

—Ya, ya lo sé— me callé durante unos segundos —Bueno, disfrutaré por los dos— reí bromeando.

—Sí— rió el también —Te voy a hacer una lista de las cosas que tienes que hacer por mí, comerte unos buñuelos, bailar sevillanas, — lo corté.

—No sé bailarlas—.

—¿No sabes bailar sevillanas?— preguntó fingiendo sorpresa.

—Pues no— le respondí segura.

—Pues no puedes ir sin saber bailar sevillanas— me respondió —eso es como...— empezó a buscar una comparación.

—Ir a un partido y que no te guste el fútbol— completé.

—Exactamente— rió levantándose de su asiento, justo después me tendió la mano. —Venga, te enseño lo básico. No te preocupes, soy buen profesor—.

—¿Aquí?— pregunté mirando alrededor de la terraza.

—Aquí mismo— respondió con seguridad. —No necesitamos mucho espacio. Anda, levántate— insistió.

Suspiré, dándole la mano mientras me levantaba de mi asiento. Gavi me colocó en frente suya, tomando una posición seria y concentrada, como si estuviéramos en medio de una pista de baile en la feria.

—Vale— comenzó —Lo primero es la postura. Espalda recta, cabeza alta... Y sonríe, que esto es una fiesta— dijo con una sonrisa de oreja a oreja, haciendo que riera.

—Vale, vale— me enderecé, tratando de seguir sus indicaciones mientras reprimía una risa.

—Ahora, los pasos básicos—. Gavi empezó a mover los pies de un lado a otro con una gracia natural que claramente venía de haber crecido en Sevilla. —Uno, dos, tres... Y ahora el cruce—. Me tomó de la mano y me guió suavemente a través de los pasos, mostrándome cómo moverme con fluidez.

—¡Madre mía!— exclamé, riendo cuando tropecé en uno de los cruces.

—Tranquila, lo estás haciendo bien— dijo Gavi con una sonrisa. —Solo tienes que seguir el ritmo y disfrutar—.

—Es muy fácil decirlo cuando tienes el arte en las venas—.

—Pues te lo paso a ti— bromeó, tirando de mí suavemente para que girara en el lugar. Me dejó girar y luego me atrapó con facilidad, haciendo que riera de nuevo.

Seguimos practicando durante unos minutos más, todavía no me salía del todo, pero poco a poco me fui sintiendo más cómoda. Gavi era un buen profesor, tenía mucha paciencia, y, aunque no iba a ganar ningún concurso de baile en la feria, al menos ahora sabía lo suficiente para no hacer el ridículo allí.

Finalmente, nos detuvimos y me dejé caer en el sofá, riendo y jadeando un poco por el esfuerzo.

—Vale, creo que con esto ya puedo defenderme un poco— dije sonriendo.

—Vas a estar genial— respondió Gavi, sentándose a mi lado. —De todas formas lo importante es pasarlo bien y no preocuparse mucho por los pasos—.

—Tienes razón— admití. Luego me incliné y le di un beso en la mejilla. —Gracias por la lección, profe—.

—De nada— respondió con una sonrisa pícara. —Pero no te preocupes, te haré más clases antes de que te vayas. No voy a dejar que te vayas a Málaga sin saber cómo bailar bien las sevillanas—.

—A ver si solo vamos a hacer eso— reí.

—Hay tiempo para todo— me besó durante unos segundos.

El resto del día no hicimos nada, comer, ver series, hablar... Cuando llegó la noche empezamos a preparar los decorativos para mañana, al parecer los chicos y mi hermano habían invitado a mis personas más cercanas de aquí: mis amigos, Pablo, Iván...

Después de lo del hospital, poco a poco, volvimos a hablarnos, a ser amigos... al principio no paraba de pedirme perdón por el numerito del hospital, ahora puedo decir perfectamente que es casi como mi mejor amigo, casi. En el patio nos juntábamos Pablo y yo con sus amigos, que también eran muy majos, a ellos también los habían invitado.

Tenía ganas de que fuera mañana, pero no estaba preparada para despedirme, y mucho menos de Gavi.

Continuará...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 13 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

(𝐍𝐨)𝐬(𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬) || GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora