4) Cena.

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—Ahora ¿Que? —empezó a irritarse, pero no es mi problema—. Si no vas a hablar puedo irme, ¿Por favor?

Me miró de arriba a bajo acordándome que llevó mi pijama de conejitos, la cual nadie había a excepción de Leonor, y eso pudo haberme hecho sonrojar al ver su sonrisa de burla, pero soy morena ¡Ventajas de no ser blanca, ja! Eso me dio valor para decir lo que debía de decir.

—¡Oye, tu! —lo mire desafiante tratando de que mi voz no flaquee. El enarcó una ceja y se cruzó de brazos.

—Oh, pero si hablas —fingió sorpresa mientras se pone una mano en el pecho para hacerlo más dramático—. ¿Ahora puedes decirme que quiere? Este.. ¿Señorita obsesionada con los conejitos? —otra vez esa sonrisa burlesca.

—Oyeme claramente lo que te diré —comence hablar obviando lo que dijo, y puse mi mirada lo más desafiante posible, a lo que a él no le importó en lo absoluto—. TU gato entró a mi casa y me dejó sin cena, ¿Sabes lo que es eso?¿Acaso lo sabes? Trate de negociar con él acerca de que se alejara de mi comida, ¡Pero no lo hizo! Y eso que se me dan bastante bien los negocios, eh, que conste —hice énfasis eso último—, pero para el colmo me miró como si yo soy la culpable cuando claramente fue el.

»Tu, tu, TU tienes la culpa de que ahora mismo este sin ni un gramo de fideos en mi estómago, soy cristiana y hago ayuno, si, pero a la gente no le gusta pasar ¡Hambre! Menos cuando no están en propósito, ¿Acaso lo sabes? Por culpa de tu gato, por no enseñarle a no meterse a casa ajena hoy estoy sin cenar y mañana, ¡Oh, mañana! —me acordé de que tengo que trabajar—. Mañana tengo que trabajar temprano, por lo que no me dará tiempo de desayunar, ¡ESTA ERA MI CENA Y DESAYUNO PRÁCTICAMENTE! Y ahora no tengo nada, nada, ¡Nada! —solté todo aquello señalándolo con el dedo acusador, alterada. Solo se quedó mirándome fijamente como que si no soy normal, ¡Pero es él quién tiene la culpa!

—¿Eso era todo? —interrogó indiferente, a lo que lo mire más indignada que antes.

Entonces cuando iba a decirle algo en contra de su pregunta, me cerró la puerta en la cara mi gente, en mi cara, no puedo creerlo, ME CERRÓ LA PUERTA EN LA CARA, como que no soy nada.

Me quedé ahí parada, como payasa pensando en que si en verdad me cerró la puerta en la cara, hasta que esta fue abierta de nuevo y cuando iba a replicar me contuve al ver que no es el mismo chico de antes, este es mucho más alto, como una cabeza más que el otro.

Tiene un cuerpo atlético normal, y mide más o menos uno ochenta. Piel bastante blanca. Nariz pequeña con algunos lunares esparcidos por su cara y cuello. Cabellera negra igual que la mía. Ojos magnéticos de un negro muy llamativo y no nos olvidemos de sus labios en forma de corazón..

Supongo que no son hermanos porque no sé parecen en nada. El me dio una hermosa sonrisa angelical antes de comenzar hablar, lo que hizo que deje de prestar atención a lo que dice, pero después que termino de hablar me miró atentamente como esperando una respuesta, entonces reaccione muerta de la vergüenza.

—¿Eh..? ¿Es con-conmigo? —¿Con quién más, esperancita?—. Perdón, ¿Qué decías? —tragame tierra y escupeme en mi país, es un buen momento para hacerlo.

—Perdona a mi hermano, es un poco grosero con las personas—menee la cabeza en afirmación—. Ya sabemos tu historia, del porque estás aquí en pijama y reclamando —no dije nada y el me miró de arriba a bajo—. Mi madre está haciendo la cena y quiere que pases a cenar con nosotros, me dijo también que te diga de antemano que no acepta un no por respuesta.. —me miró divertido—, Y aquí entre nos —habló en medio de un susurro—. Es mejor hacerle caso cuando dice algo —me guiño un ojo en complicidad y me sonrió ¡Ay! Esa sonrisa tan hermosa que tiene me dejara sin cordura—. ¿Pasamos?

AMOR SUFRIDO. {Resubida} ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora