23. Reencuentro familiar

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Guillermo.

Después de que me dijera que me fuese a dormir, cuando me desperté y volvimos a hablar, lo noté raro. Bastante, diría yo. No quise preguntarle por eso de que se incomodase, ya lo estaba agobiando demasiado.

Aquella noche hablé con Alex, con quién había quedado para salir después de las uvas al día siguiente, cosa que no recordaba.

Le pregunté si a él no le importaba que Samuel estuviese con nosotros y me respondió que no, que no me preocupase por tonterías como que él fuese a enfadarse conmigo por eso.

Fui a dormir con una gran sonrisa, gracias a mi amigo.

(...)

Me desperté temprano, ya que hoy llegaba mi madre de Los Ángeles, desayuné, mientras esperaba a que apareciese por la puerta, lo cual pasó de inmediato.

Fui, corriendo, a abrir para abrazarla. Me encantaba volver a ver a mi madre, y verla tan sonriente me alegraba todos los días de mi vida.

-¿Cómo estás, cariño? -Me saludó, como siempre, con esa dulzura que sólo ella desprendía- Tenía tantas ganas de verte.

-Muy bien, mamá. Yo también a ti -Le sonreí. La invité a entrar y cerré la puerta-. Papá no está, ha salido.

-Ya... supongo que siempre es mejor evitarme... -Me miró, sin borrar la sonrisa y volvió a hablar- ¿Quieres que vayamos a algún sitio? ¿Necesitas ropa o algo?

-Pues ahora que lo dices, no me vendría mal renovar un poco el armario.

-Vámonos entonces.

-Voy a vestirme, no tardo -Salí corriendo hacia mi habitación, me puse lo primero que encontré y volví con mi madre, quién me esperaba con una enorme sonrisa-. Podemos irnos.


Estuvimos dando vueltas por todas las tiendas del centro comercial. Algunas tiendas no eran para nada de mi gusto, así que teníamos que salir nada más entrábamos en ellas. No merecía la pena ni echar un vistazo.

Después de recorrernos casi todas las tiendas, nos dirigimos a un bar a tomar algo.

Al final, habíamos comprado cuatro pantalones vaqueros, unas tres camisetas de manga larga y seis sudaderas.

Mi madre se pidió un refresco de naranja y yo una coca cola. Eran ya casi la una del mediodía.


-¿Cómo te va con tu padre, cielo?

-Bien, mamá... ya sabes. -Di un sorbo a mi bebida.

-Sabes que puedes venirte conmigo cuando quieras, ¿verdad? Yo me encargaría de todo el papeleo y en buscarte tus estudios allí.

-Lo sé, mamá. Pero quiero antes terminar la universidad. -Ella asintió.

-Tu padre... ¿cómo está?

-Bien... Bueno, ha estado bien... Ahora está raro.

-¿Raro? -Se sorprendió al escuchar aquello.

-Sí... Discutió con uno de sus compañeros de trabajo.

-¿Con Samuel? -preguntó.


¿Cómo? ¿Ella conocía a Samuel? ¿Desde cuándo?


-¿Lo conoces? -Fruncí el ceño, sin darme cuenta. Me había extrañado.

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora