60. «Esto no va a quedar así»

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Guillermo.

Salí de mi casa para dar una vuelta. Había estado hablando con Alex, que, gracias al cielo, estaba despierto a estas horas, siendo un día de vacaciones.

Le había estado hablando del día anterior, en el que, después de que todos llegásemos a nuestras casas, Samuel no respondía a mis mensajes en whatsapp.

Ni siquiera se conectó en toda la noche, lo que me preocupó muchísimo.

Había estado a punto de decirme algo, pero no pudo hacerlo. Y aquello debió desanimarlo mucho, porque no supe de él en toda la noche.

Alex me había dicho de irme a su casa a recogerlo y que luego daríamos una vuelta a donde yo quisiera. Acepté sin pensármelo dos veces.

No sabía cómo pero mi mejor amigo siempre estaba ahí para mí. No había día en el que él me fallara. Y juro que deseaba que yo fuese tan buen amigo para él como él lo es para mí.

A lo lejos lo vi apoyado sobre el marco de su puerta. Ambos nos acercamos y nos dimos un fuerte abrazo. Cómo me gustaban esos saludos nuestros, en momentos como estos.



—Gracias por venir conmigo —le agradecí, cuando nos separamos—. No sabes lo que significa para mí...

—No tienes nada que agradecer, tío ¿Para qué estamos los amigos sino? —Sonreí y él me imitó—. ¿Adónde te apetece ir?



Justo después de hacerme esa pregunta, sonrió y habló de nuevo.



—No sé porqué he preguntado, siquiera.



Nos pusimos rumbo a casa de Samuel. Era el único sitio al que me apetecía ir. Necesitaba saber cómo estaba y por qué no respondió a mis mensajes anoche.

Llamamos al timbre y esperamos a que abriese la puerta para recibirnos. Pero eso nunca pasó.

Volví a llamar, al ver que tardaba en abrirnos. Pero nada.

Llamé de nuevo, esta vez varias veces seguidas por si estaba dormido, algo que veía poco probable, pero no imposible.



—¿Qué leches?

[...]

Había pasado un buen rato con Alex, no sé cuánto con exactitud, pero sabía que algo más de una hora. Tenía que volver a casa con una bolsa de pan, así que cuando me despedí de mi mejor amigo, pasé por la panadería para comprar.

Me dirigí de vuelta a casa, aunque no tenía ningunas ganas de volver a ver la cara de mi padre, preparándome para que me gritara.

Raro fue que no lo hiciera.

Entré por la puerta, y él seguía allí. Sentado en el sofá.



—Aquí tienes el pan —comencé a decir, tendiéndole la bolsa, sin dejar de caminar hacia mi habitación—, hazte una tostada y atragántate con...



Su mano atrapó mi brazo con fuerza. Desvié la mirada para verlo mejor, y vi que sostenía algo en su otra mano.

Él me tendió el papel, el cual cogí, y cogió la bolsa del pan para ponerla sobre la mesa.



—¿Qué es esto? —pregunté, antes de mirarlo.

—Samuel ha estado aquí...

—¿QUÉ? ¿PARA QUÉ? ¿QUÉ TE HA DICHO?

—Léelo tú mismo. —dijo, señalando la nota.



Fijé la mirada en esta y entonces supe que era una carta.

Me senté, lo más lejos posible de mi padre, y comencé a leerla.



| Guillermo, si estás leyendo esto, lo más probable es que sea porque no he tenido cojones para decírtelo personalmente. O tal vez tu padre haya roto o quemado esta carta, aunque claro entonces no estarías leyendo esto... Bueno, a lo que voy.

Lo cierto es que he estado ocultándote algo desde el principio. Por supuesto, no era esa estupidez que dijiste sobre que no te quería, al leer esto sabrás que es todo lo contrario, que tu amor podría matarme si se lo propusiera...

Lo que no te he dicho aún es que desde hace un tiempo me llamaron para que fuese a trabajar en el FBI de Los Ángeles. Me propusieron un montón de cosas, y para serte sincero tenía que hacerlo, ya que era una de esas oportunidades que sólo aparecen una vez en la vida... Y acepté la oferta. Claro que nunca imaginé que llegase a quererte como ahora lo hago, Guillermo. Y no puedes imaginarte lo mucho que me está costando escribirte esta carta... bueno, y más aún no llorar sobre ella...

Quiero que sepas que ni en sueños puede haber imaginado lo que he vivido contigo, lo que siento por ti, y todo lo que podría llegar a hacer por ti. Odio no poder quedarme en España, pero en el momento en el que se firman unos papeles... Estás completamente obligado a obedecerlos.

De veras que siento no habértelo dicho antes, soy un idiota, lo sé.

¿Recuerdas que desde un principio te dije que no quería ilusionarte para luego darte falsas esperanzas? Pues aquí estoy. Lo he hecho. Por eso te dije que te merecías a alguien mejor que yo, chiqui... Porque sabía que llegaría a fallarte tarde o temprano porque no sirvo para esto. Las relaciones no se me dan nada bien. Aunque contigo he tenido la mejor relación del mundo y... duele que no hayas sido una persona cualquiera. Duele que seas irremplazable para mí, pequeño...

Gracias por aguantarme todos estos días, y hacerme la persona más feliz del universo. Extrañaré eso como no te imaginas...

Te quiero y siempre te querré.

Tu Samuel, y siempre tuyo. |



No sabía en qué preciso momento había empezado a llorar. Pero lo estaba haciendo.

Volví la cara a mi padre para preguntar algo de lo cual creía saber la respuesta.



—¿Cuándo?

—Se supone que en unos cinco minutos. —Me levanté, rápidamente, para salir por la puerta, pero mi padre me detuvo.

—No llegarás a tiempo. Es demasiado tarde.

—NO lo es. —Hice fuerza para escaparme de él, pero no lo conseguí.

—Guille, se ha ido.

—¡NO, JODER! ¿QUÉ QUIERE QUE CREA QUE ESTO SE ACABA AQUÍ? PUES NO. Esto no ha acabado. Y si él quiere que acabe, tendrá que decírmelo en persona, porque no me conformo con esto —Alcé la carta, refiriéndome a esta—. No pienso quedarme de brazos cruzados.



Mi padre se levantó.

Cogió su teléfono móvil e hizo una llamada.

No entendía qué diablos hacía ahora.

Lo miré en silencio, sin poder dejar de derramar lágrimas.



—Está bien. Gracias. Mañana nos vemos. —dijo, antes de colgar.

—¿A quién has llamado?

—A Oliver —respondió—. Toma, esta es su dirección de Los Ángeles, y esta es la de su trabajo —Me tendió un papelito, en el cual había estado anotando, durante la llamada, sin que yo me diese cuenta—. Ahora ve hacia el aeropuerto y espera al siguiente vuelo —Sacó dinero de su cartera y me lo tendió. Parecía que había estado guardando esos billetes para esta ocasión. Nunca llevaba tanto dinero encima—. Corre.

Corrí hacia la puerta, la abrí, quedándome parado allí, me giré para mirarlo y de nuevo miré al frente.



—No creas que esto lo arregla todo —dije—. Porque jamás podré olvidar lo que nos hiciste. —Y acto seguido cerré la puerta, para salir pitando de allí.

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora