14. Momentos de confusión

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Narra Samuel:

No había dormido apenas, como de costumbre, aunque creo que dormí algo más de lo habitual. El haber dormido abrazado a alguien, parecía haberme venido bien.

Ahora que lo pensaba, me resultaba muy raro el que yo hubiese cedido a eso. Supongo que porque me sentía demasiado mal por lo que le dije. El chico lo único que hacía era quererme y yo sólo lo estaba confundiendo e incluso ilusionándolo. Aunque, la verdad es que después de dormir de aquella forma, lo habría ilusionado más...

Sinceramente, a veces me planteaba si de verdad estaba haciendo bien. Incluso llegaba a pensar que debería hacer algo para que se enfadara conmigo o cualquier cosa para que se alejase de mí. Quería que me odiara, pero a la vez no quería eso, y era lo que me estaba llevando hasta el punto de confundirlo aún más.

No sabía qué hacer.

Aparté sus delicados brazos de mi cuerpo y pasé por encima suya para ponerme en pie. Él empezó a moverse y buscarme con sus manos. Era demasiado tierno. Parecía un niño pequeño que buscaba a tientas a su madre, que se había levantado para preparar el desayuno.

Me puse en pie y vi cómo él abría los ojos, aún adormilado.

Buenos días. —pronuncié, con una sonrisa en los labios. Por un momento, él pareció no ser demasiado consciente de lo que estaba viendo, hasta que se llevó las manos a los ojos, y se sobresaltó un poco. No sé si por el hecho de verme o porque me encontraba en calzoncillos.



B-buenos días. —Se incorporó de la cama y me preguntó—: ¿Q-qué hora es?



Las siete. —respondí sin borrar la sonrisa—. Suelo despertarme a esta hora, más o menos.



Va-vaya... E-eres muy madrugador.



Lo sé. —Tomé mi camiseta, que había dejado apoyada en la silla del escritorio la noche anterior, y me la puse. Él no dejaba de mirarme, algo que me ponía algo nervioso pero al mismo tiempo me hacía gracia. Estaba embobado en mí. El chico se levantó, dejando ver sus calzoncillos verdes. Noté que se sonrojó al darse cuenta de que estaba en ropa interior. Sonreí divertido ante su reacción—. ¿Qué quieres desayunar? ¿Más barquitos? —Reí burlón. Él negó con la cabeza—. ¿Quieres que vayamos a desayunar fuera?





Lo que dije le tomó por sorpresa. Me di cuenta porque por unos segundos no reaccionó, hasta que asintió, bruscamente, con la cabeza.





Vale, pero vístete ya. —Yo ya estaba preparado.





Guillermo desapareció, rápidamente, de la habitación, dirigiéndose al salón. Yo entré un momento en el baño para mirarme al espejo y peinarme con los dedos. Salí, inmediatamente, encontrándome con el chico, que estaba tan nervioso, que no era capaz de ponerse los pantalones. No pude evitar reírme.

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora