50. «Eres tan tierno que duele»

2.6K 274 49
                                    

Guillermo.

Lo hicimos tres veces la mañana del sábado.

Ambos quedamos rendidos en la cama, mientras que nos mirábamos y acariciábamos a cada momento.



—No sabes cuánto he extrañado esto. —Pasé mi dedo índice por sus pectorales, verticalmente. No podía dejar de mirarlo a los ojos. Todo él me cautivaba de forma exagerada. Notaba cómo mi forma de observarlo era totalmente de alguien que estaba enamorado cien por cien de la otra persona. Incluso diría un ciento veinte por ciento... O puede que hasta ese número ni siquiera existiera, simplemente fuese un "enamorado hasta el infinito".

—Yo también lo he echado de menos —Se acercó más a mi cuerpo, para quedar abrazado a mí—. Y me alegra que estemos juntos ahora. Sin nadie que nos moleste —Yo sonreí y él me imitó—. ¿Quieres que vayamos a algún lado? Haremos lo que a ti te apetezca.

—Por el momento quiero quedarme aquí y disfrutar de las vistas —dije, tirando de las sábanas para ver su desnudez—. Esto es el paraíso.

—Eres un pervertido, ¿sabías? —Yo asentí sin borrar la sonrisa de mis labios. A él pareció hacerle gracia— Si a ti te parece bien, entonces a mí también.

[...]

Samu y yo estuvimos tan a gusto, tumbados sobre el colchón, que acabamos por quedarnos dormidos.

Eran la una y media del mediodía.

Samu me observaba desde su lado de la cama, mientras yo luchaba por mantener los ojos abiertos.



—¿Qué tal has dormido, dormilón?

—¿Acaso se podría dormir mal estando a tu lado? —Ambos nos sentíamos muy felices de estar viviendo aquel mágico momento— He dormido genial —respondí—. He soñado con...



Había soñado con mi amigo Alex, y ahora que pensaba en ello... Tenía que llamarlo. Quería saber si mi padre había ido hasta su casa para llevarme a rastras a la mía.

Cogí el móvil, rápidamente, para buscarlo entre mis contactos, pero entonces me encontré con dos llamadas de él.



—¿Qué pasa? —preguntó mi novio tras de mí.

—Tengo que llamar a Alex.



Me levanté de la cama, sintiéndome demasiado expuesto al no llevar ropa. Giré la cabeza para mirar a Samu quién se me quedó viendo con picardía.

Corrí hasta la puerta, que suponía que sería la del baño, y me encerré donde ningún mirón podía quedarse mirándome, causándome vergüenza.

Marqué el número de mi amigo, quién, rápidamente, atendió la llamada.



—Tío, ¿dónde estabas metido? —me preguntó— Sé que queréis tranquilidad ahora, pero no dejes el móvil desatendido, cuando te encuentras en una situación tan delicada como la tu...

—Sí, sí, sí, sí, sí... Lo sé... Lo siento. —Me disculpé— Samu y yo nos quedamos dormidos.

—¿Qué? Ya habéis probado la cama, ¿eh? —Yo puse mala cara, como si él pudiese verme.

—¿Para esto me estabas llamando?

—Oh, no, no... ¡Cierto! —Se le había olvidado por completo— Tu padre ya ha pasado por aquí. Tienes que darme las gracias por lo que te voy a decir... Y también puedes invitarme a una mariscada cuando vuelvas.

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora