Samuel.
Desperté a causa de golpes y el llanto de mi pequeño Guillermo.
Me encontraba sobre la cama, de la habitación del hotel por la que había pagado, con mi cuerpo cubierto por unas sábanas.
—¿Qué... te pasa? —dije, incorporándome de la cama. Sentía un intenso dolor en el trasero. ¿Habíamos cambiado posiciones Guillermo y yo?
Me sentí bastante mareado, cuando alcé la vista en busca de mi chico. Él pareció calmarse al verme y se acercó a mí para abrazarme.
—¿Cómo te sientes, Samu? —preguntó con lágrimas en los ojos.
—Eso debería decírtelo yo a ti. Estás llorando. —Él negó con la cabeza.
—Dime cómo te encuentras, por favor...
Yo lo miré extrañado. No entendía lo que estaba pasando.
—Pues estoy un poco mareado, eso es todo... —Estaba bastante más que un poco, pero no quise decirlo, ya que se veía demasiado preocupado.
—¿Recuerdas algo de hace unas horas? —Eché un vistazo a mi alrededor, buscando algún reloj que pudiera aclararme la hora— Son las cinco de la mañana. —dijo él.
—Recuerdo estar tan mareado, que me fui a la habitación... Estabas comiendo un helado... Lo demás está borroso.
Guillermo me desvió la mirada e intentó decir algo, pero las palabras no conseguían salir de su garganta.
—Chiqui... me estas preocupando.
Se colocó de tal manera que ambos pudiéramos mirarnos a la cara y empezó a hablar.
—Samu... Mi padre ha estado aquí...
—¡¿Qué?! ¿Te ha dicho o hecho algo? —Él volvió a sacudir la cabeza. Se quedó un momento en silencio y añadió— Pero a ti sí... Lo cual es peor.
Iba a decirle que se dejara de tonterías, que sería peor que fuese a él a quién hubiese hecho algo, pero me quedé pensando en sus palabras. ¿Cómo que a mí sí?
—¿Puedes ser más claro, Guillermo?
De nuevo, las lágrimas brotaban de sus preciosos ojos, provocando que mi corazón se encogiera hasta hacerse completamente pequeñito.
—Te drogó, Samu... Ninguno nos dimos cuenta, pero te drogó... El hombre del servicio de habitaciones... era él...
—¿Me... drogó? —Bajé la mirada a las sábanas que tapaban mi cuerpo y volví a mirarlo a él— ¿Para qué querría él...? —Imágenes del martes anterior comenzaron a hacerse visibles en mi mente, como diapositivas... No era posible.
—Te... vio... —Callé su boca con mi dedo índice. No quería escucharlo.
¿Julio me había...? La mente se me quedó en blanco. Intentaba pensar en algo, o incluso lograr vocalizar alguna palabra, pero me era imposible.
¿Cómo alguien podría llegar tan lejos?
¿Cómo un padre podría hacerle algo así a su propio hijo?
ESTÁS LEYENDO
Wigetta: Más allá
FanfictionGuillermo, un chico joven de veintiún años -el cual iba a la universidad, situada a unos novecientos metros de su casa-, se sentía extremadamente atraído por el compañero de trabajo de su padre, Samuel. Julio, el padre del universitario, se reunía a...