15. Un día lleno de detalles

3.6K 327 19
                                    

Narra Guillermo:





Me puse en pie, agarrándome a las frías cadenas, y sin darme cuenta rocé mi mano con la suya—. L-l-lo si-siento... N-no m-me había da-dado cue-cuenta de que... —Su rostro se acercó, rápidamente, sin darme tiempo a pensar. Sus labios se juntaron con los míos en un beso demasiado perfecto. Yo no podía reaccionar, no entendía qué estaba pasando. ¿Por qué hacía esto? Sin darme cuenta, fui reaccionando. Abrí la boca dejando acceso a su lengua, que entraba haciéndome estremecer. Noté que empecé a temblar, pero fui controlándolo, no quería que él se diese cuenta. Cerré los ojos y sentía que me encontraba en el cielo. La sensación era tan magnífica que parecía un sueño.

Bruscamente, se separó de mí, dejándome extrañado por la situación.

"Me dice que me olvide de él, pero luego hace esto. ¿Se estará riendo de mí?"





Lo siento, Guillermo. No hago más que confundirte. —Se llevó una mano a la cabeza, la cual movía, levemente, de un lado a otro—. No quiero hacerte daño y es lo único que hago todo el tiempo. —Lo agarré de la muñeca y el me miró con detenimiento.



N-no te sientas mal... po-por favor... —No me gustaba el hecho de que me dijera que me olvidase de él y que luego actuara así, pero el verlo en ese estado me gustaba aún menos—. No sé p-porqué ha-haces esto, pero no est... —Sus dedos acariciaron una de mis mejillas. Sus ojos me miraban, tristes... Preocupados, más bien. De nuevo nuestros cuerpo se unieron, pero ahora en un abrazo.



Eres demasiado bueno, ¿sabes? Deberías mandarme a tomar por c...



No digas eso. —hablé, antes de que terminara la frase—. Sólo...



Sólo no sé porqué he hecho eso. —Terminó—. Y por eso lo siento. Muchísimo. De veras, Guillermo. —dijo separándose de mí—. Vámonos a casa, se te hará tarde. ¿Quieres que te lleve a clase? No vaya a ser que por mi culpa...



Claro. —respondí a su pregunta—. Y... s-si llegase ta-tarde sería por mi culpa... —Inconscientemente, agaché la cabeza, para perder el contacto visual—. Yo po-podría irme cuando qui-quisiera, pe... pero no he querido. Y de hecho sigo sin querer. —Él sonrió.



Deja de decir esas cosas. —Se dio media vuelta y añadió—: Vamos, que te dejo en la Universidad. —Asentí, siguiéndolo hasta el coche. Entramos en él, nos miramos, y por fin arrancó el vehículo para volver a casa a por mi mochila.



(...)





Hasta el viernes. —Se despidió de mí, una vez paró frente a la Universidad—. Que te sean leves las clases.



Gracias. —respondí, bajando del coche, para acto seguido despedirme con la mano—. A-adiós S-Samuel.





Como aún era temprano, me senté sobre un banco que había a un lado de la entrada y me puse a pensar. Pensar en Samuel. Samuel y su forma de ser conmigo. Su extraña manera de querer apartarme de su lado.

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora