39. Las corbatas incitan al sexo

3K 298 51
                                    

Samuel.

Le conté a Guillermo que mi madre sabía que ambos teníamos algo y aquello le hizo, realmente, feliz. Sabía que él deseaba con todas sus fuerzas que mis padres supieran que estábamos juntos. De hecho, hasta quería, en parte, que los suyos lo supieran, pero lo asustaba hablarlo con su padre.

En los ratos que nos quedábamos solos, me daba la sensación de que Guillermo estaba intentando provocarme. No sé si eran mis ganas de que eso fuera así, o porque realmente lo era. Pero entonces fingió chocarse conmigo y una mano se dirigió "casualmente" a mi entrepierna.



-¿Guillermo...? -le dirigí una mirada pícara- Que estés increíblemente sexy hoy, no significa que vaya a hacértelo aquí. -Él sonrió, travieso.

-Entonces... vamos a otro sitio mejor...

-¿Para qué? ¿Esta corbata morada no pondría cachondo ni a un mono, no? -Sujeté la corbata morada entre mis manos, mientras le decía aquello que me mencionó en algún momento.

-Si lo que quieres es que te agradezca por haber elegido este color, estás muy equivocado. Eso es imposible. -Se cruzó de brazos.

-Ajá -Fue lo único que respondí, desviando la mirada al fondo del lugar, visualizando a la multitud. Noté la mirada penetrante de Guillermo sobre mí, mientras yo hacía todo lo posible para ignorarlo, a pesar de lo sexy que estaba con ese traje y esa corbata que más excitante lo hacía-. ¿Te has dado cuenta de que todos los hombres presentes se ven más atractivos gracias a mí? -dije, volviendo a mirar al fondo, donde la gente bailaba con sus respectivas parejas. Sólo quería sacar de quicio a Guillermo. Y poniéndolo celoso, era la mejor idea.

-¿A quién miras si puede saberse? -Formuló aquella pregunta, mientras arrugaba la nariz. Qué fácil poner celoso a este chico.

-No miro a nadie en especial. Todos lo están. ¿Por qué lo preguntas?

-A nadie en especial... -murmuró, con cara de pocos amigos.

-Bueno... Por decir uno, mira a aquel de allí -Señalé con el dedo a un moreno musculoso que bailaba con una chica rubia. Guillermo miró de inmediato y volvió a fruncir el ceño-. ¿Qué me dices?

-Es feo. -Fue lo único que dijo. Reí para mis adentros.

-Tú sí que eres feo. -Sin querer iba a sonreír, pero pude evitarlo. No iba a dejar que Don No-admitiré-que-el-color-de-la-corbata-ha-sido-una-buena-idea, se saliera con la suya. No señor.

-Pues si tan guapo es ese tipo, vete con él -¿Por qué su carita en estos momentos era tan adorable como la de un niño pequeño cuando se molesta por algo?-. Aunque a lo mejor prefiere a su novia, con la que está bailando y le agarra el culo. -Eso último lo dijo, cuando volvió a echar un vistazo al chico.

-Sí... La verdad es que es una pena no estar en el lugar de esa chavala... -articulé, mirando distraídamente a la pareja.



Guillermo, enfadado, se movió, alejándose de donde me encontraba.

Lo seguí, con una sonrisa de oreja a oreja y lo acorralé en un lugar donde no había casi nadie, y la poca gente que se encontraba en aquella parte, estaba demasiado ocupada besando a otras personas.



-¿Alguien está enfadado? -le pregunté en tono burlón.

-No estoy enfadado. -respondió, sin cambiar esa expresión de su cara, que decía todo lo contrario.

-¿Y a qué viene esa cara, entonces?

-¿Qué cara? -dijo, rodando los ojos.

-¿Por qué eres tan celoso, Guillermo?

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora