57. Batman

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Guillermo.

Los días fueron pasando, y ya no parecían hacérseme tan eternos.

Tenía la ilusión de que volvería a ver a Samuel, cuando terminasen los exámenes de junio. Así que la situación no se me hacía tan difícil ahora.

En cambio, las cosas con mi padre, eran igual de malas. No pude recriminarle que fuese a casa de Samuel, aquel día, porque no había manera de la que yo me hubiese enterado. Pero cada día sentía más asco al verlo.

Estábamos a mitad del mes de junio, y no hacía más que pensar en que pronto volvería a ver los preciosos ojos castaños de mi chico, con ese brillo tan especial que esperaba que nunca llegase a perder.

Recuerdo, perfectamente, que cuando salí de clase, me encontré con mi padre en la puerta de casa.



—¿Qué quieres? —dije de malas ganas, al ver que no se apartaba para dejarme entrar.

—El tiempo se te va de las manos, hijo. —No sé qué quiso decir con eso, pero tampoco le di importancia. Además de que apestaba a alcohol. Y menos estaba dispuesto a oírlo borracho.

—Si eres tan amable de dejarme pasar... —Estaba enfadado. El solo hecho de verlo, me hacía enfurecer. Me costaba controlarme, así que utilizaba el sarcasmo como método de autodefensa. Era eso o matarlo, lo cual no me ayudaría demasiado.



Él se apartó a un lado, sin decir nada.

Me miraba con una sonrisa burlona y de borracho cabrón.

Saqué las llaves de casa, y abrí la puerta, dejándola abierta, para que entrara él.

Yo me dirigí a mi habitación, como cada día que estaba mi padre en casa.

Quise preguntarle porqué diablos no estaba en el trabajo, pero no me daba la gana de hablar con él. Ni hoy, ni nunca.

Notaba su mirada sobre mi nuca, pero no me atreví a girarme para mirarlo.

Entré en mi habitación y cerré de un portazo.

[...]

Y el día había llegado, por fin.

Samuel y yo habíamos estado hablando y hablando sobre el día en que nos veríamos, el cual terminó siendo el veintitrés de junio.

Íbamos a ir al parque de atracciones, como el me había dicho. Y yo no podía estar más feliz.

Había quedado con Alex. Habíamos estado hablando de que él vendría a recogerme a casa, para que mi padre viera que iba con él. Aunque eso no lo iba a callar.

Bueno, todo salió según lo planeado. Mi padre no se opuso, lo que significaba que algo se traía entre manos, a parte de que teníamos que ir con el hombre que siempre estaba pegado a mí, como si fuese una lapa.

Lo dejamos pasar, y salimos de allí, mi mejor amigo y yo.



—¿Dónde fingirá el encuentro, Samuel? —me preguntó en un tono de voz que no podría llegar a oír el hombre que nos acompañaba.

—Frente a la montaña rusa de Batman —Y justo cuando terminé de decir aquello, nuestro acompañante se colocó entre nosotros, queriéndose enterar de todo lo que habláramos—. ¿Dónde quieres subir antes? —Tenía que disimular un poco. Si de repente se hiciera el silencio, sería muy sospechoso.

—A alguna de las montañas rusas. A la que prefieras.

—¿Superman o Batman? —dije. Él me miró y sonrió.

—Batman.

[...]

Una vez llegamos allí y compramos la entrada, nos adentramos en el enorme parque Warner.

Alex y yo mirábamos alrededor, contemplando a la multitud que se acumulaban en la entrada.



—Hay más personas de las que me hubiese imaginado —habló mi amigo—. Creí que iba a estar más vacío, por el hecho de ser el primer día de vacaciones.

—Ya, pero ten en cuenta, que más adelante la gente se va de vacaciones. Y no va a ser aquí, precisamente. —Él asintió, dándome la razón.



Nos abrimos paso entre la gente, mientras nos dirigíamos a nuestro objetivo. Intentábamos perder a nuestro guardaespaldas, pero no colaba en absoluto.

El hombre nos seguía con rapidez, apartando a la gente que se interponía en su camino.

Alex y yo nos miramos y supimos, perfectamente, lo que decían nuestros ojos "Esto va a ser mucho más complicado, de lo que nos habíamos imaginado". Pero eso no iba a echarnos atrás. El plan seguía en pie, aún estando él ahí. 

Veíamos ya la montaña rusa de Batman. Sólo nos quedaban unos cuantos pasos más para pararnos justo en frente.

Había cola, pero no demasiado larga. Mi mejor amigo y yo miramos, con disimulo, a ambos lados, buscando a Samuel por alguna parte.

Fui yo quién lo localizó. Estaba un poco más apartado, como si se estuviera escondiendo —de hecho, eso es lo que creo que estaba haciendo—. Levantó una mano, hacia mi dirección, levantando su teléfono móvil. No sé qué quería decir con eso, pero, rápidamente, le dije a Alex lo que había visto.

El hombre que nos seguía, acababa de colocarse tras nosotros, después de haber estado abriéndose paso entre la gente. Habíamos estado yendo deprisa, para perderlo, pero era imposible.

Alex volvió la pantalla de su móvil hacia mí y pude ver parte de la conversación que acababa de comenzar a tener con mi chico.

"Cambio de planes, no os saludaré. Directamente, subiré con vosotros a la montaña rusa. Haced como si no me reconocierais"

Miré a Samuel y asentí con la cabeza.

Nos pusimos en la cola, y el hombre que nos acompañaba dijo algo.



—Os esperaré a este lado —señaló a la izquierda—. No intentéis jugármela. Os mantendré vigilados.



No dijimos nada. Simplemente avanzamos en la cola.

[...]

—Hola, pequeño —La voz de Samuel se hizo escuchar a mi espalda. No miré hacia atrás, hasta que empezamos a movernos—. Que ganas tenía de verte, aunque esté viendo tu preciosa coronilla en este instante. —Yo reí.



Miré a Alex, como si estuviese dirigiéndome a él, y respondí a mi querido Samuel.



—Diré lo mismo en cuanto pueda verte, Samu. Pero por el momento... Me alegra escuchar tu voz y sentirla tan cercana.



Alex me sonreía y también a Samu, a quién no me atrevía a mirar, hasta que la montaña rusa estuviera en funcionamiento.

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora