Narra Samuel:
Mi reacción al ver a Guillermo, allí tirado, fue espantosa.
Y Julio, como no, tan poco cariñoso con su hijo.
Me acerqué de inmediato al chico, que nos miraba sintiendo vergüenza, y lo acorralé entre mis brazos, ayudándolo a levantarse.
—¿Estás bien, Guille? —Lo miré con preocupación, esperando una respuesta por su parte.
—S-sí... creo... —El pobre chaval, parecía bastante dolido por los golpes recibidos al haberse caído—. ¿M-me ayudas a le-levantarme? M-me d-duele...
—Claro. —Lo sujeté de la cintura para ponerlo en pie y, acto seguido, avancé —con él— unos pasos—. Vamos, te llevo hasta tu habitación. —Y justo decir aquello, lo encaminé hasta allí, dejándolo sobre la cama, al mismo tiempo que le decía—: ¿Necesitas algo? —Me di cuenta de que estaba mojando su cama, con el agua que desprendía de su cuerpo—. Mierda. Soy un inútil. Debería haber traído una toalla para secarte. Enseguida vuelvo.
Salí del cuarto, sin recordar haber encajado la puerta, busqué a Julio —quién seguía en el baño, paralizado—, y le pregunté que dónde guardaban las toallas. Él sólo se limitó a señalarme un pequeño armarito de baño. Abrí la puertecita de éste, y agarré una toalla blanca, que parecía ser lo bastante grande para Guille.
Me dirigí de vuelta a la habitación, encontrándolo como lo había dejado al salir.
—Ya estoy aquí.¿Puedes levantarte un poco? —le pregunté, una vez me encontraba sentado a su lado. Él negó con la cabeza—. No te preocupes, yo te ayudo. —Le sonreí, para que se sintiera más cómodo. Sabía que estaba avergonzado por el hecho de estar desnudo frente a mí. Él era así de vergonzoso—. Ven aquí. —Tiré de él y ambos nos pusimos de pie.
—Ahora necesito que aferres tus brazos a mi cuerpo, de forma que no puedas caerte. ¿Está bien? —Asintió con timidez y enrolló los brazos en mi cuello —de una forma demasiado... rara—, quedando sus codos apoyados sobre mis hombros—. Vale...—Me sentía bastante extraño y confundido. Quizá sólo fuesen imaginaciones mías.
—N-no ti-tienes q-que hacer esto... —Al parecer él también se sentía raro en esa situación, no sólo era yo—. Ha s-sido mi c-cu-culpa. —añadió.
—No te preocupes, chiqui. —Lo miré sonriente, comenzando a secar su cuerpo, el cual desprendía gotas de agua. Ahora me encontraba más tranquilo. "Creo que él sólo quiere cariño" pensé al mirarlo a los ojos—. No me cuesta nada. Además tú no puedes apenas moverte, así que te ayudaré yo. —Seguí secándolo, y cuando llegué a su entrepierna, rápidamente, ésta empezó a crecer.
Sentía los brazos de Guillermo temblar sobre mis hombros, lo cual había empeorado al darse cuenta de que noté que se le levantó...
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Wigetta: Más allá
Fiksi PenggemarGuillermo, un chico joven de veintiún años -el cual iba a la universidad, situada a unos novecientos metros de su casa-, se sentía extremadamente atraído por el compañero de trabajo de su padre, Samuel. Julio, el padre del universitario, se reunía a...