47. La otra cara

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¡Holi! Espero no haberme tardado demasiado esta vez, pero no siempre tengo inspiración o ganas de escribir, pero bueno, ya estoy aquí y os traigo un capítulo con mucho salseo.

Espero que os guste, os adoro mis queridos lectores. <3

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Samuel.

Guillermo ya tenía su nuevo teléfono móvil. Ya habíamos aclarado el tema de la quedada con su padre, y por fin había llegado el esperado día.

Esta tarde lo vería y sabría qué planeaba.

En ese momento tenía que almorzar, así que me puse manos a la obra con la comida. No es que fuera un gran cocinero, pero cuando me vine a vivir solo, tuvo que aprender a hacer varias cosillas. Algo con lo que defenderme. Aunque mayormente compraba cosas que sólo tuviera que calentar.

Saqué un solomillo de cerdo que quedaba en la nevera, y corté una patata para acompañarlo.

Una vez terminé de cocinar, me senté a comer, disfrutando de la tranquilidad de la casa.

Vivir solo siempre me había parecido algo estupendo. Independizarme, no tener que aguantar las tonterías de la familia y poder pasearme desnudo por la casa, cuando me diera la real gana.

Pero había momentos en los que extrañaba estar acompañado...

Mientras degustaba la carne y las patatas fritas, desbloqueé el móvil para ver quién me había hablado. Como suponía era Guillermo.

No quería responderle. Sabía que de nuevo se habría arrepentido, y no estaba de acuerdo con que fuese a ver a su padre. Ya le dije lo que iba a hacer y no estaba dispuesto a cambiarlo.

Me levanté y puse a cargar el móvil, ya que me quedaba un veinte por ciento de batería. Y eso no duraba nada.

Terminé lo que quedaba en el plato, y a continuación lo dejé en el fregadero. Luego lo lavaría. Ahora no tenía ganas.

Me puse a ver la tele, en lo que el tiempo pasaba con extrema lentitud.

Nunca me había aburrido tanto en mi vida.

Las noticias comenzaron a hablar sobre nuevas desgracias. Lo que me faltaba por oír, los males del mundo. No estaba de humor para malas noticias. Cambié de canal, dejándolo en una película que parecía ser interesante. Aunque no debió serlo tanto, cuando acabé por quedarme dormido...



[...]

Cuando abrí los ojos, busqué, rápidamente, el reloj de pared con la vista. Quedaba media hora para la quedada con Julio.

Me levanté a disgusto, para arreglarme un poco.

Tenía que entrarme sueño, justo el día que no debía dormirme.

Me lavé la cara, intentando disimular mi evidente cara de dormido, me acomodé la camisa y salí de casa para el encuentro.

Habíamos quedado frente a una cafetería, que se encontraba en una corte calle, un poco solitaria. Supongo que me dijo un sitio así para que nadie nos viera, claro está, en el caso de que él fuera su hijo. La idea era buena para que llegara a creerla, pero yo ya sabía que era él y nada iba a sorprenderme.

A lo lejos, vi una silueta que supuse que sería él. Miré para otro lado, para que creyera que me pillaba desprevenido.

Ya podía escuchar sus pasos. Me coloqué de espaldas a la dirección por la que él venía. Sus manos se posaron en mis hombros y entonces, antes de girarme, pronuncié mis primeras palabras de aquel encuentro.



Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora