33. Gente realmente odiosa

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Guillermo.

—Oye, ¿no está tardando mucho tu novio? —En vez de responder a la pregunta, me detuve a analizar la palabra novio, sonaba demasiado bien. Mejor aún que en mis pensamientos— ¿Willy?

Volví a la realidad al oír de nuevo la voz de Alex, quién se encontraba, en el sofá, a un lado de su novia.

—Sí, la verdad es que está tardando.

—Deberías llamarlo, ¿no crees? —Eva asintió a lo que dijo mi mejor amigo.

—Tenéis razón. —Saqué el móvil de uno de los bolsillos y marqué su número. No es que me lo supiera de memoria... Bueno sí.

Me alejé un poco, situándome frente a una ventana, y esperé a que descolgara.

—¿Sí? —Eché un vistazo a Alex y Eva para ver si me estaban mirando. Me incomodaba que la gente me mirase, mientras hablaba con alguien por teléfono, sobretodo si ese alguien era mi pareja. Pero no me estaban observando, ambos hablaban entre ellos.

—¿Dónde estás Samu?

—¡Oh, Oliver! —¿Oliver? ¿Quién coño es ese?— ¿Cómo estás?

—¿Oliver? —pregunté, sin entender nada de nada— ¿De qué estás hablando, Samuel?

—¡Vaya, qué bien! ¿Mis vacaciones? ¡Estupendas! Gracias por preguntar. —Sin duda, alguien que incomodaba a Samuel, estaba con él.

—Samuel, ¿estás con mi padre?

—Sí. Bueno, estaba. Voy en camino.

—¿Te lo has encontrado? —¿Cómo habría reaccionado mi padre al encontrárselo? Sigue enfadado con Samuel.

—Sí, en la tienda. Menos mal que fue él quién entró primero. Porque si no, me habría visto con todas las latas de refresco que eran para vosotros —Se le notaba tenso—. Y yo puedo mentir, sí, pero no tan de golpe. Improvisar no es lo mío, y menos con tu padre, que pilla las mentiras de lejos.

—Ya... Te entiendo —Suspiré. Sabía perfectamente lo difícil que era mentirle a mi padre. Además de que solamente la forma en que te miraba te hacía temblar de nervios—. ¿Estás bien?

—Bastante nervioso. ¿Sabes qué me ha dicho? Que te gusto. Sabía que lo sabía. —Parecía que le costaba respirar.

—¡¿Eso te ha dicho?! A ver, el que lo sepa no es del todo malo, ¿no? —Ambos nos quedamos un momento en silencio— Igualmente, ¿cómo se le ocurre decirte eso? Imagínate que no lo supieras y yo no quisiera decírtelo... ¿Por qué ha hecho eso?

—Bueno, Guille... Era evidente, que tarde o temprano yo iba a darme cuenta. No es que lo disimules muy bien —Maldito, pensé. Emití un sonido de queja, algo que sabría que lo haría sonreír— No te molestes, sabes que es verdad.

—Borra esa maldita sonrisa de tu cara, o te golpearé en cuanto llegues —Lo escuché reír. Si es que al maldito le divertía sacarme de quicio—. Te odio, ¿sabes? —Aquello lo dije en un tono más bajo. No quería que Alex se diese cuenta de que Samuel se estaba burlando de mí.

—Sé que me amas —me dijo. Se quedó en callado, esperando a que yo dijese algo. Solté un Hmm con timidez, y volví a oír su odiosa, y al mismo tiempo perfecta, voz—. Ahora nos vemos, guapo.

—Va-vale... Hasta ahora, no tardes. Te quiero. —Guapo, tenía que decirme eso. Fruncí el ceño y no parecía poder relajar los músculos de la cara por un siglo, aproximadamente. Le gustaba, no, amaba ponerme nervioso.

—Yo también a ti. —Colgó, mientras yo me quedaba con el móvil pegado a la oreja, sonriendo como un idiota. Me había quedado paralizado. Adoraba a ese hombre con toda mi vida.

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora