35. Un discurso un tanto inesperado

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Guillermo.

—Está bien... Bueno, Guille... Teníamos que decirte eso, porque en cualquier momento podría encontrar alguna chica y formar una relación... Y pienso que es mejor que no te hicieras ilusiones a que te llevaras una decepción. Además, hoy una chica muy mona le ha pedido salir esta noche —dijo mi padre, para a continuación golpear el hombro de mi chico.

Mientras observaba a mi padre, noté cómo Samuel giraba la cabeza, rápidamente, para mirarme. Estaba flipando, y eso se podía ver en mi cara.

—Y... —Fui desviando, poco a poco, la mirada desde mi padre, hasta mi novio— ¿la has rechazado o...?

—La ha aceptado, por supuesto. —Así que Samuel ha aceptado una cita con una chica, y encima me entero por mi padre.

¿Y si resulta que el discurso de antes era real?

—Así que... la has aceptado... —Clavé los ojos en el suelo y volví a mirar a mi padre, pero seguí hablándole a él— Eso es... genial... ¿no? —Me estaban entrando ganas de llorar de nuevo, pero esta vez sí iban a ser de tristeza. Tristeza y enfado. Y lo peor era que no podía pedirle explicaciones, no delante de mi padre.

Por una parte no quería desconfiar de él, pero por otra, parecía que no tenía más remedio. Lo había pasado bastante mal en ciertas ocasiones, relacionadas con él. Todo por culpa de que no sabía lo que quería. Así que era inevitable que a veces siguiera sintiéndome inseguro con respecto a él. ¿Y si se arrepiente de estar conmigo y decide que prefiere estar con una chica? ¿Tendría que pasar otra vez por lo mismo?

Realmente esperaba que tuviera una buena explicación, porque me iba a dar cincuenta más, después.

—Sí... claro. —Fue lo que salió de sus labios.

"Maldita sea, lo que daría por poder pedirle explicaciones en este instante"

—Pues... si es genial para ti... ¿por qué no iba a serlo para mí? —Cuando se dignó a mirarme, yo lo estaba mirando con muy mala cara. Una cara que decía: Espero que tengas una buena razón para esto, porque sino te mataré— Quiero que seas feliz, Samuel. —Y le sonreí de la manera más falsa que existía en este mundo.

El silencio se hizo y parecía que la única persona que se sentía incómoda, ahora, era el único que se apellidaba De Luque.

Me levanté del sofá y alcé una pregunta al aire.

—¿Queréis algo de tomar? —Mi padre hizo un gesto con la mano, dando a entender que quería una cerveza, y Samuel sólo asintió.

Desaparecí de allí, entré en la cocina y saqué tres latas del frigorífico. Dos de ellas de coca-cola. Y antes de volver al salón, me quedé en silencio y puse la oreja, cerca del marco de la puerta —la cual se mantenía abierta siempre—, escondiéndome para que no me vieran.

—Julio, ¿qué coño haces? ¿Crees que esas son maneras?

—Bueno, así sabrá cien por cien que tiene que olvidarte.

—No, Julio, no. Eso es crueldad. Sabes que no me gustan las cosas mal hechas, y esto está muy pero que muy mal hecho. Si lo que querías es vengarte de mí por lo del viaje a Los Ángeles, lo has conseguido.

—No era una venganza, Samuel —Me asomé un poco, y pude ver a Samu con el ceño fruncido y cruzado de brazos—. Puede que haya sido cruel, pero así no se ilusionará con estar contigo algún día.

Y ya no quise escuchar más. Comencé a andar, les tendí a cada uno su bebida y abrí la mía.

—Gracias —Samuel siempre había sido un chico educado y agradecido—. ¿Estás bien? —me preguntó. Su voz reflejaba preocupación.

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora