61. Capítulo final

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Capítulo final.

Samuel.

Me había pasado la mayor parte del tiempo, en el avión, con lágrimas en los ojos. Reprimiendo el deseo de gritar y sollozar. Pero no quería ser el centro de atención en el avión. Aunque, debo admitir, que un par de veces tuve que ir al servicio para desahogarme un poco.

Sentía un cúmulo de sentimientos en mi interior, que parecía que acabarían con mi vida sin que me diese cuenta.

¿Cuánto tiempo tendría que pasar para que me olvidase de Guillermo?

Sabía que la espera se me haría eterna... Pero ¿qué más podía hacer?

Nuestra situación no era como en esas películas que, tarde o temprano, todo terminaba bien. Esos finales felices que sólo existen en las películas y libros. Esto era la realidad, y esta solía ser cruel con la humanidad, sobretodo con las personas que sólo quieren ser disfrutar su vida y hacer felices a los demás. La mierda nos acaba alcanzando a todos, hasta llegarnos hasta el cuello, y una vez llegado a este punto, asfixiarnos hasta llevarnos con ella. Y este era mi momento. El momento de perder todo lo que me importa.

El viaje se me hizo más largo de lo que fue la última vez. Y eso que aquella vez se me hizo eterno. Había roto con Guillermo de la forma más fea, que alguien podría terminar con alguien, o al menos así lo veía yo cada vez que pensaba en ello.

Y bueno... La situación actual tampoco era muy diferente a aquella...



Antes de salir de España, había llamado a Erik, era el chaval con el que más trato había tenido en los días que estuve en Los Ángeles, y pensé que sería genial, a parte de que lo necesitaba, que alguien me esperase en el aeropuerto. Él aceptó, enérgico.

Y gracias al cielo, él estuvo allí.

[...]

—Hey! ¿Qué tal estás, españolito? —dijo, a medida me iba acercando, en español. Pronunciaba las palabras bastante mal, pero me pareció tierno al oírlo.



Me acerqué a él, con una sonrisa, que sabía que no podría fingir por mucho tiempo, y lo abracé.

Erik notó mi cuerpo temblar junto al suyo, por lo que se apartó de mí, lo suficiente para mirarme.

Me mantenía sujeto por los brazos con sus manos.



—¿Te... encuentras bien? —me preguntó el rubio en su fluido inglés.

—Sí. Estoy bien. No te preocupes. —El alemán-estadounidense me miraba confuso. Sabía que se preocupaba.



Me ayudó con las maletas y salimos al exterior.

Levantó una mano ante un taxista, y ambos nos adentramos en el vehículo.

Él se sentó en el asiento del copiloto y yo detrás.

El hombre nos preguntó la dirección, y antes de que yo pudiese responder, mi acompañante lo hizo.

Contemplé el viaje, a través de la ventana, no podía sacarme a Guillermo de la cabeza.

«Guillermo y su preciosa sonrisa, mirándome con ternura»

El conductor del taxi paró. Ya habíamos llegado.

Wigetta: Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora