45: La boda I

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Roma, Palacio del Emperador, 25 de junio del año 20 a.C.


No conservaba ningún objeto de su infancia en Egipto, pero sí tenía juguetes que Octavia le regaló cuando la adoptó. No eran importantes para ella, ya que casi ni había jugado con ellos, sin embargo su madre adoptiva le había asegurado que era un rito importante para poder casarse, el primer paso. Así que ambas juntaron los juguetes que Octavia había conservado cuando creyó que ya tenía la edad para dejarlos y se dirigieron al jardín del palacio, donde se encontraba la estatua más grande de la deidad de Lares.

El lugar estaba tranquilo y sorprendentemente vacío de sirvientes, seguramente ya alertados del ritual, se habían mantenido alejados hasta que terminase. Octavia le hizo dejar todos los juguetes al pie de la deidad y luego tomó su mano, para acto seguido sacar una pulsera que la propia romana le había regalado hace tantos años, y que Selene solo la había conservado, en un principio porque realmente le parecía bonita y después, porque comenzó a tenerle cariño a Octavia y se la quedó como un regalo de ese sentimiento.

—A ti dios Lares que cuidas este hogar, hacemos entrega de los juguetes de la infancia de ésta novia, así como también de esta joya que la cuidaba del mal de ojo desde su llegada —comenzó Octavia, Selene permaneció en silencio a su lado—, para que seas tú quien ahora la cuida en su nueva vida y que le des la voluntad suficiente para afrontar el paso de la niñez a la adultez, que comenzará mañana cuando una su vida a la de su futuro esposo —terminó con solemnidad.

Acto seguido, obligó a Selene a que se postrara igual que ella como veneración hacia la deidad. La egipcia no creía en estos dioses, a pesar de haber convivido y aprendido todo sobre ellos durante los últimos años, pero lo hizo igual. Si todo esto era un rito romano para casarse, ella lo haría aunque no le encontrara sentido, no quería que luego digan que su matrimonio no valía por no haberlos cumplido. Además, su madre adoptiva se veía tan feliz de poderla acompañar en cada paso, que ella no tuvo el valor de desilusionarla.

Cuando la noble romana consideró que habían estado el tiempo suficiente, se puso de pie e instó que la siguiera. Volvieron a la habitación de la futura novia para encontrar a una mujer entrada en años, esperándolas ahí. La joven se desconcertó y estuvo a punto de llamar a Yanira, su sirviente, para que escolte amablemente a la desconocida fuera de su lugar privado, pero Octavia cortó cualquier posibilidad.

—Mi querida Selene, ella es la pronuba que te ayudará —dijo señalando a la extraña, pero pareció captar la mirada de desconcierto de su hija adoptiva porque sonrió con simpatía y siguió explicando—, toda novia antes de casarse debe recibir los consejos de una pronuba, que es una mujer que solo se a casado una vez, por lo tanto tiene la experiencia suficiente para aconsejarte cómo llevar una vida matrimonial feliz y placentera, te ayudará a ser una esposa ejemplar.

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