17: Los hermanos sean unidos

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Roma, capital del Imperio Romano. Mercado central, 15 de mayo del año 24 a.C.


Las calles que rodeaban al mercado estaban atestadas de personas, eso era algo común en una ciudad tan grande y llena de habitantes, pero hoy era más de lo normal. Tal magnitud de personas se debía a la celebración del Festival de Mercuralia, en honor al dios Mercurio que representa a todos los comerciantes y mercaderes. Dichos comerciantes apenas iniciaba el día debían rociar su cabeza, sus barcos, sus mercancías y sus negocios con agua extraída del pozo en Porta Capena, la cual era una puerta en el Muro Serviano y supuestamente, era la zona de la cuna de la religión romana, por algo que había sucedido entre un descendiente de Rómulo y una diosa*. Selene no lo sabía muy bien, nunca prestó demasiada atención a las clases sobre la historia de Roma, ya era demasiado que la obligaran a asistir, así que nunca lograrían que ella se interese por el pueblo romano; ella era de Alejandría y estaba orgullosa de serlo. Podían tenerla como esclava pero nunca doblegada.

—Oh, acabo de ver telas hermosas —exclama Octavia emocionada, mientras agarra a Marcela la Menor del brazo—. Estoy segura que son perfectas para tu matrimonio.

Marcela la escucha horrorizada, pero su madre no le da tiempo a reclamar, solo la arrastra entre la multitud de personas hasta el puesto indicado.

Y ese era el factor principal por el que había muchas personas, ya que luego del ritual que les proveía de mucha prosperidad, todos los comerciantes sacaban a vender sus mejores mercancías e incluso hacían rebajas para vender más y tener un buen año después de la bendición de su Dios.

Antonia la Menor no tardó en seguir a su madre y a su media hermana hacia el puesto, por lo que también se perdió en el mar de personas. Este era el momento que Selene había estado esperando desde el día de ayer.

"Estoy aquí. Te espero mañana después de las ofrendas, estoy seguro que encontrarás bellas telas".

Eso decía la nota, así que ella seguiría sus instintos. No había salido muy bien la primera vez porque el vendedor se hizo el desentendido y luego, no volvió a encontrarlo. Pero el escrito decía algo de telas, entonces la única posibilidad que se le ocurría era buscar al mismo vendedor ya que ahí había encontrado la primera carta.

Selene comenzó a moverse y tratar de concentrarse, cualquier cosa por pequeña que sea, podría ser una señal de su hermano. Estaba nerviosa y emocionada, quería estar con su hermano desde aquel día en el que le dijo que se marcharía; pero ahora estaba aquí o al menos, eso decía su nota. Y cuando sea capaz de encontrarlo, Selene no lo dejaría marchar nunca más.

Casi se choca de frente con una cabra, su dueño la mira feo pero sigue de largo. Ella trata de concentrarse, no mira a quienes venden frutas o pescados, tampoco los puestos de vino ya que de alguna forma le recuerdan a Juba, ahora nunca sabrá lo que significan las diferentes copas, ya que durante la fiesta de Meditrinalia él le prometió que se lo contaría en un futuro, sin embargo ese futuro no existe para ellos; Selene solo trata de concentrarse en los puestos de telas.

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