20: Un hombre simple

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Roma, capital del Imperio Romano. Palacio del Emperador, 29 de septiembre del año 24 a.C.


Llovía, no había parado de llover desde que pisó suelo romano y eso fue hace tres días. No era una lluvia tranquila y apacible, sino todo lo contrario; era implacable y dominante, apenas se podía ver a un metro de distancia. La pequeña caravana que había regresado de Hispania tuvo que parar varias veces para buscar un lugar para descansar y esperar que la lluvia afloje, ya que los caballos estaban inquietos y asustados y se dificultaba bastante regresar. Todo eso había puesto a Tiberio Julio de mal humor, odiaba la lluvia y odiaba regresar al palacio. No sabía por qué el Emperador Augusto lo había llamado, pero no le gustaba; hubiera preferido mil veces quedarse en el campo de batalla en Hispania que regresar a Roma. No le gustaba la capital del Imperio, sentía que se ahogaba rodeado de tantos políticos que solo les importaba conservar su poder y no realmente hacer crecer al Imperio.

Sin embargo, el Emperador y esposo de su madre, lo había mandado a llamar hace ya tres semanas atrás, y no podía negarse. Nadie le decía que no a Augusto, su madre tampoco se lo perdonaría. Así que tuvo que dejar su puesto como Tribuno militar en Hispania y regresar a Roma lo más rápido posible, eso debió hacer si realmente le importaba estar bajo los buenos ojos del Emperador; él lo hizo, pero tal vez no con la mayor rapidez, de todos modos le echaría la culpa a la lluvia por su retraso.

Bajó del caballo cuando estuvo a las puertas del palacio, un esclavo tomó enseguida las riendas y llevó al animal al establo para alimentarlo y que descanse correctamente; Tiberio lo envidió en ese momento al caballo. Intentó inútilmente apartar la mayor cantidad de agua de su rostro, pero era una tarea perdida.

—Está bien, vamos a enfrentar la nueva batalla —murmuró el joven en un vago intento de darse valor y consolarse al mismo tiempo.

Los guardias le abrieron las puertas al reconocerlo e ingresó al palacio donde había pasado una parte de su niñez y adolescencia. Siguió lloviendo.


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Roma, capital del Imperio Romano. Palacio del Emperador, 1 de octubre del año 24 a.C.

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