68: Querida Roma

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Caesarea, capital del Reino de Mauretania, Palacio real. 15 de abril del año 17 a.C.


Nuru estaba acostando al pequeño Ptolomeo, mientras Yanira terminaba de arreglar el cabello de Selene. Ambas mujeres eran libertas, la reina había decidido concederles la libertad, pero las dos habían optado por quedarse y seguir trabajando para ella, pero ahora como mujeres libres que entre sus nuevos derechos estaba la posibilidad de matrimonio.

—¿Darius ya te ha pedido que te cases con él? —interrogó Selene.

Yanira se puso roja inmediatamente y se quedó muda, tratando de decir algo que no sabía qué; las otras dos mujeres se rieron de la pobre joven.

—No, yo no... él no... él y yo no... —balbuceaba totalmente avergonzada.

—No lo niegues Yanira —intervino divertida Nuru—, los he visto en el pasillo cuando creen que están solos, parece que se están comiendo la cara. A veces me dan miedo.

Yanira se puso más roja si eso era posible, mientras las otras dos reían a carcajadas a su costa. Yanira miró a su compañera ofendida, como si la estuviera traicionando, pero en el fondo también estaba feliz por ella. Nuru siempre había sido callada y reservada, pero poco a poco estaba hablando más y ahora hasta haciendo bromas, desgraciadamente a su costa.

—¡Está bien! Tal vez si nos estamos conociendo —reconoció aún roja—, pero la boda está muy lejos.

—Eso no lo sabes —soltó Selene de la nada.

Ahora Yanira parecía haber olvidado su vergüenza y miraba a la reina con curiosidad.

—Mi señora, ¿usted sabe algo? —interrogó con curiosidad.

Si Darius estaba planeando algo, ella quería saberlo, amaba a ese hombre y se iba a morir de la felicidad si él le llegaba a proponer matrimonio. Selene se hizo la desentendida.

—No, no sé nada —respondió y Yanira pareció decaer—, solo te diré que Darius siempre me acompaña cuando salimos y he visto cosas —mencionó al pasar con misterio.

Eso pareció ser suficiente para volver a despertar su curiosidad.

—¿Qué cosas? —volvió a interrogar, el peinado que le estaba haciendo a su señora olvidado hace mucho tiempo.

—No era que el matrimonio estaba lejos aún, te veo muy interesada en el asunto —interrumpió Nuru. Ptolomeo seguía en sus brazos, entretenido con jugar con el cabello de la sirvienta.

Yanira volvió a ponerse roja al ser atrapada, y trató de desviar las siguientes burlas que venían en su dirección.

—Tan interesada como lo está el pobre Yugurta —dijo, Nuru se paralizó, ¿cuándo los ataques iban en su dirección?—. Sabe algo, mi señora —esta vez miró a Selene—. El pobre hombre ya no sabe cómo hacer para que Nuru lo acepte, el otro día la invitó a pasear y ella lo rechazó —dijo con tristeza—, me dio una pena, parecía realmente triste.

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